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Mientras transcurrían los fastos institucionales por la celebración de su 175 aniversario, un operativo de Menorca concluía el mismo lunes con éxito el trabajo de los últimos meses para desmantelar una red de tráfico de heroína.

Fue, como apuntó el capitán jefe de la Compañía, un ejemplo de su trabajo y la mejor manera de festejar la señalada efeméride de la Guardia Civil, el Instituto Armado que creara el Duque de Ahumada en 1844 y que hoy aparece como la institución más valorada por los españoles en función del multiservicio que presta. En Menorca tenemos suficientes ejemplos de ello.

Ya entonces, en la primera mitad del siglo XIX, nació como cuerpo nacional militar y policial, para dar seguridad a la gente ante la proliferación de los asaltantes de caminos, muchos de ellos excombatientes, que se buscaban la vida después de la guerra de la independencia contra los franceses y las batallas carlistas por el trono en un país arrasado y con mucha hambre.

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Desde entonces la Guardia Civil ha ido adaptándose a las realidades, desde la precariedad del antiguo régimen dictatorial donde los guardias completaban sus exiguas nóminas con econonatos en las casas-cuarteles y otras prebendas, hasta la modernización tecnológica de sus estructuras para proteger a los ciudadanos de toda clase de delitos.

Hoy es un cuerpo respetado e imitado en otros países más allá de un sector rancio que se empeña en vincular a la Benemérita con una ideología por encima de las demás obviando, por ejemplo, los muchos guardias asesinados por el terrorismo o caídos en actos de servicio.

La Guardia Civil, al lado del poder civil, posee un código ético ejemplar que tiene al honor como principal divisa. Los hay que lo han manchado, en ocasiones, cierto, pero la aportación general del cuerpo a la sociedad merece gratitud y reconocimiento.