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Científicos y ecologistas llevan años avisando sobre el cambio climático y no se les escucha. Parece que ahora algunos gobiernos se han tomado en serio lo de la contaminación que producen los coches alimentados con combustible fósil, y amenazan con que en unos pocos años todos los coches funcionarán con electricidad o no funcionaran. Decir eso es bastante más fácil que conseguirlo. La realidad siempre es tozuda, en primer lugar no podemos dejar de lado que somos deficitarios a la hora de producir suficiente fluido eléctrico aparte de lo caro que nos cuesta. ¿Se imaginan ustedes si el parque rodado cargan sus vehículos exclusivamente de electricidad? ¿Cómo se pondrá ese combustible de caro? ¿Tenemos centrales eléctricas capaces para abastecer un gigantesco mercado del que para mí tengo que no se han hecho los cálculos que lo que eso supondría? ¿Se ha parado alguien a pensar que barcos y aviones también funcionan con energía fósil?

Hemos tenido tiempo de haber tratado el tema poco a poco, reconvirtiendo la industria y no lo hemos hecho, y ahora piensan que se puede hacer simplemente aplicando una prohibición sin estudios extensivos y serios sobre las posibilidades de que dicha prohibición se convierta en un reto imposible.

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Cuidar el planeta, claro que eso está bien, sobre todo cuando resulta que ya tenemos más plástico en el mar que peces. Cuando por contaminación atmosférica los coches empiezan a tener en las grandes urbes su presencia restringida con el método de siempre, la sanción económica. Limpiar un río cuando se ha dejado que se llene de basuras hasta los bordes, sale muy caro. Ahora han descubierto todo alarmados que las toallitas higiénicas van a parar al inodoro y de allí inician el peregrinaje hasta llegar hechas trocitos al mar, donde los peces lo confunden con comida y se tragan esos trocitos de celulosa con componentes cada vez más difíciles de descomponer por sí mismos en su largo camino hacia la desintegración, de modo que según los ecologistas ya consumimos peces contaminados por polímeros. En algún océano hay enormes islas de plástico flotante, además el deshilachado de ciertos fibras llegan casi hasta el fondo donde la vida marina ha desparecido, como desaparecen los grandes peces y las tortugas por tragarse esos desechos. Vivimos de espaldas a la naturaleza a la que maltratamos como si esta fuera indestructible, y es esa dejadez lo que está acabando con el planeta, la herencia de nuestros hijos. El futuro no es para nada halagüeño, dicen que hay que cuidar el medioambiente y no somos capaces de cuidar los váteres de un restaurante o de un bar, donde los fines de semana, más que asco da miedo entrar. No ha mucho que leía en un bar de Sanlúcar de Barrameda un letrero que rezaba: «Por favor, acércate un poco más a la taza porque no la tienes tan largo como tú crees».

Conviene que no olvidemos que este año pasado las inundaciones han hecho estragos en muchas partes del mundo, dicen quienes saben de estas cosas, que eso va a ser cada vez más frecuente y en más sitios por el cambio climático, que ya está mostrando el futuro que estamos creando por más que abunde el escepticismo, a pesar de saber que esa es la única casa que tenemos. Déjenme decirles y estoy cierto en no equivocarme, que somos los únicos seres vivos capaces de destruir el mundo en que vivimos y encima presumimos de inteligentes.