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En estos tiempos de mayorías muy relativas y vuelta a los extremos ideológicos, de división entre buenos y malos algo infantilizada, se sitúan en primer plano de la actualidad: la Guerra Civil, el franquismo, la lucha por la república y las independencias, el feminismo y la ideología de género, los chalecos amarillos y otros indignados, el derrumbe de la clase media, los antisistema y las antisistema… mientras se prepara la nueva investidura. No hay que ser un lince para saber que las elecciones decidían entre un pacto de Sánchez con Iglesias e independentistas, o un pacto de Casado con Rivera y Abascal. Pero el lince ibérico está en peligro de extinción. Ahora se escenifican los tiras y aflojas, los faroles, las amenazas, la lucha por las cuotas de poder y de cargos... Armengol promete «lealtad a la gente». Esa gente que puso de moda Podemos y que representa un concepto limitado, difuso y parcial, pues excluye a los que no piensan como ellos. A estos últimos, los llaman otras cosas.

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Ha causado impacto el estudio de Lluís Ballester, profesor de la UIB, sobre «Nuevas pornografías y cambios en las relaciones interpersonales». El primer consumo de pornografía empieza sobre los ocho años. Certifica con datos lo que ya se intuía. Triunfan los mensajes sin filtrar que llegan a través de los móviles.

La política también se ha vuelto pornográfica y ahora consiste en excitar de manera fácil y rápida los instintos de la gente.