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Por mucho que la ministra de no sé qué, Carmen Calvo se empeñe, el feminismo no es del PSOE, «bonita». Ni lo ha inventado, ni lo ha creado, ni ninguna de las memeces que promulga. Y no se debería jugar tan a la ligera con unas palabras tan fuertes porque no le queda bien a una más que probable alta ‘carga’ del próximo gobierno, si es que algún día a su jefe le da por ponerse a trabajar. De verdad. En serio.

A la izquierda, se tiña del color que se tiña, le acompaña siempre una superioridad moral un tanto cansina. El feminismo existe gracias a ellos del mismo modo que el sol sale cada mañana por obra y gracia de Pedro Sánchez. Esa postura hace mucho daño. No tanto a los que no pensamos como ellos y ellas, que a estas alturas tanto nos da porque sabemos que hay cosas que, como el Universo, son infinitas, según Einstein. Sino por aquellas personas que de verdad pueden –y no lo hacen por discreción- reivindicar las luchas, las iniciativas, las victorias.

En mi casa, por ejemplo, empezamos a ser feministas casi sin darnos cuenta. Antes de que decir a viva voz «soy feminista» quedara guay y despertara el aplauso fácil. A mi madre, por citar un ejemplo que admiro y lo tengo cerca, le dio por romper moldes, cambiar hábitos y, para qué negarlo, hacer enfurecer a más de uno y de una. Fue de las primeras mujeres en ser regidora de un ayuntamiento, el de Alaior; capitaneó un programa de radio que se llamaba «Con faldas y a lo loco» junto a la siempre guerrera Irene Coll, Carmen Fernández y Diana Font; impulsó una empresa a la que pusieron al mando hasta el punto de hacérsela suya. En ese mismo escenario, apuesta por mujeres, 12 son las que están en nómina, y no va alardeando de ello. No porque sea mujer o tenga que responder a una cuota, sino porque cree en las personas válidas.

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Y sin habérselo preguntado sé que, teniendo perfiles diferentes, todas coinciden en un aspecto, son luchadoras y saben de la importancia del trabajo en equipo por el bien común. No hay ningún ego que intente tapar a las otras.

La historia y la humanidad está en deuda con las mujeres y debe saldar esa deuda cuanto antes y de la mejor manera. Para empezar, devolviéndoles las oportunidades que se les ha negado históricamente. No debe salir ningún titiritero a reclamar si esto es tuyo o eso es mío, «bonita». Predicar con ejemplo, trabajar como se necesita. Menos palabras y más hechos.

@DinoGelabert