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Si pudiera, amigo o amiga, te recordaría que la vida es efímera, es pasajera, es caduca y es una suerte de préstamo del que no vamos a salir vivos por mucho que saldemos nuestras cuotas con ella. Si pudiera, no te enfades, te daría un abrazo para recordarte que no somos más que un pequeño aliento en mitad de una tormenta eterna. No seremos más importante que el insólito grano de arena de aquella playa donde tú y yo nos fundimos en un nosotros que se creía invencible en una noche de verano, en un derroche de pasión, en una sobredosis de abrazos.

No. No somos nada y difícilmente seremos algo que sobreviva al paso del tiempo en un viaje sin regreso. Desapareceremos como lo hace un suspiro de madrugada que se pierde en mitad de la nada sin que -muchas veces- nadie lo haya oído, nadie sepa que ha pasado, perdido entre un silencio oscuro. Seremos, eso sí, todo lo que nos propongamos. Invencibles de plastilina, inmortales de un rato. Héroes de quita y pon, intelectuales de la paja. En realidad, poco importa o importará lo que queramos ser si no ponemos de nuestra parte. Nos recordarán, un tiempo al menos, y mientras dure eso no caeremos en el olvido. No seremos pasto de la nada, no seremos una gota que se diluye en el río.

Me gustaría, si me dejas, recordarte que cada minuto es mucho más que un puñado de segundos y que una hora puede convertirse en una orgía de momentos mientras nos decidimos a hacer algo entre lo que hacemos y lo que queremos hacer. Que la intensidad con la que vivimos nos da mayor placer que ir descontando horas al reloj de una vida vacía. El tiempo, querido o querida, es un amante enfadado, una inversión a fondo perdido, es un castigo divino que alguno se empeña en pensar que sirve para saber cuánto hemos vivido.

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El tiempo, sin vida, es un concepto vacío. Es como la poesía sin pasión, como una canción sin sentimientos. Como un refresco sin hielo, como un abrazo sin recelo. Si tuvieras que elegir, ¿con qué te quedarías? ¿Con tiempo o con vida? El primero, si te descuidas, se esfuma, mientras que la segunda, si no prestas atención, se malgasta…

Te decía «No seremos nada» y aún estamos a tiempo de serlo todo. Porque no hay el mismo fuego en unos simples ojos que el que se encuentra en una mirada. Seamos -¡Porque seremos!-, lo que nos propongamos y nos ganemos. Sin levantar una copa, sin celebrar una victoria, sin emborracharnos con el sabor de la gloria.

Y yo quería, disculpa el atrevimiento, invitarte a vivir ahora que aún estamos vivos, ahora que aún estamos a tiempo...

dgelabertpetrus@gmail.com