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No estamos acostumbrados a que la sangre llegue al río, en lo que a conflictos laborales se refiere, y más si hay una huelga convocada. En Menorca cuesta romper esa paz social y con infinita paciencia y responsabilidad, se agotan todos los cauces de negociación. Afortunadamente ha sido así también con el paro indefinido que debía comenzar hoy en la recogida de basuras y la limpieza viaria de Maó, Es Castell y Alaior. En realidad el conflicto empezó con fuerza en junio y se ha ido diluyendo a medida que las distintas contratas se iban descolgando de la convocatoria. La máxima de divide y vencerás es siempre efectiva en términos de conflictividad laboral, o quizás también la palabra huelga debiera ser menos repetida, utilizarla con mesura cuando se trata de ejercer presión.

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Sea como fuere, no nos hemos visto con la porquería al cuello en el mes de máxima afluencia turística, en el que mayor volumen de residuos se genera en todos los municipios, con ciudades y pueblos, urbanizaciones y playas llenas hasta la bandera. Al problema de salubridad pública y la molestia a los ciudadanos, se hubiera sumado la pésima imagen. Los trabajadores tensando la cuerda han obtenido logros, la subida salarial y un aumento de pluses por el exceso de trabajo en las fiestas patronales porque la cifra actual era para sacar los colores a las administraciones públicas.

Pero también hay que reconocer la mediación que éstas han realizado entre las partes, una actuación que ha tenido en el Ayuntamiento de Maó la cabeza visible. Y es que por mucho que se apele a que el conflicto laboral es algo interno entre la empresa y sus empleados, se trata de servicios públicos por los que los usuarios pagan, servicios muy sensibles y de cuyo buen funcionamiento, así como de las condiciones de los trabajadores, los ayuntamientos y Consell–en el caso de las playas–, no pueden desentenderse tras firmar el contrato.