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Si desea ver cine, no acuda a una sala, ni a una de las cadenas encumbradas por omnipresentes compañías de telefonía. Visite, más bien, un palacio presidencial, la sede de un partido y, ¡cómo no!, el emblemático edificio donde –dicen- anida la soberanía popular de este país… No le faltará ni el león. ¡No! No te refieres al de la Metro, ese que, orgulloso, rugía al principio de la proyección, certificando la calidad de la película que ibais a ver. Aludes a Velarde y a Daóiz, popularmente conocidos como Benavides y Malospelos, los dos felinos de la Carrera de San Jerónimo. ¡Seguro que se habrá fotografiado, alguna vez, junto a ellos, a no ser que sea usted uno de los de lazo amarillo en la solapa! Esos dos que, ahora, no dan muestras de fiereza. Cuentan en la Corte que andan un tanto deprimidos. O avergonzados de quienes entran y salen del Congreso de los Diputados, de ese Palacio de las Cortes que tan celosamente custodian desde 1865…

Ese es el cine que tenéis. Pero no esperéis contemplar en él «Horizontes de Grandeza», de Wyler, porque, de eso, no queda en botica: ni de horizontes, ni de grandeza. Tampoco aguardéis la llegada de «Los siete magníficos», de Sturges… Entre otras cosas porque vuestros «dirigentes» son, básicamente, cinco y, más que magníficos, resultan –¡sé piadoso!- mediocres. ¿«Braveheart», de Gibson? ¿Brave? No. ¿Heart? Lo dudas. El «héroe» reside, hoy, en Bélgica y es ya otro, como más pusilánime…

Y los políticos/protagonistas anhelan un mismo destino. Pero no son dos («Dos hombres y un destino», de Roy Hill), sino multitud. ¿El destino? Satisfacer lo que les pide su «yo».

Es una sala, la vuestra, igualmente, de sesiones continuas, de segundas y terceras partes que nunca (excepción hecha de «El padrino II», de Ford Coppolla) fueron buenas, de investiduras yermas eternamente repetidas. Dicen que «en preparación» (como se anunciaba antes en las carteleras de prensa) aguardan films tan impactantes como: Asalto al poder III, Asalto al poder IV, Asalto al poder V… ¿El argumento? Nuevamente, no lo hay, tan sólo «egos»…

Y los que salen en los films no «Cometieron dos errores», como en la obra de Post, sino infinidad de ellos, reducidos a uno: el de querer serlo todo: guionista, actor principal, actor secundario, extra, director de fotografía, director a secas, productor, productor ejecutivo, compositor, dueño de sala y acomodador… ¿Cuándo se ha visto, realmente, una película co-protagonizada por dos héroes, aunque éstos dieran en llamarse Pedro y Pablo?¿Cómo dice? No, no, no te refieres a Los Picapiedra, aunque…

James Stewart, metido a Jefferson Smith («Caballero sin espada», de Frank Capra), se avergonzaría de lo que se programa en vuestro país, tan falto de «Un hombre para la eternidad», de Zinnemann o, a ser posible, de varios… ¿Qué hubiera ocurrido en 1976 si la actual clase política hubiera sido la encargada de efectuar vuestra Transición? Esa Transición, tan denostada, y a toro pasado, por quienes son incluso incapaces de llegar actualmente a unos acuerdos mínimos para la gobernabilidad del Estado… Da miedo únicamente con pensarlo…

¿Qué tenéis, pues? ¿Qué se proyecta en este momento?

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Temes que «Allí llega Condemor, el pecador de la pradera» (léase Chiquito de la Calzada), de Sáenz de Heredia o «Las autonosuyas», de Rafel Gil o…

Y por no tener…

No tenéis a esos doce hombres («Doce hombres sin piedad», de Lumet) que argumentando, argumentando –repites-, fueron capaces de llegar a un acuerdo… ¿Doce? ¿Vosotros? Ni tan sólo dos…

Por ende, la sala funciona por inercia. Y el personal comienza a preguntarse si el proyeccionista es indispensable, visto lo visto…

¿Serán gratis las sesiones, por lo menos?

No, las pagáis puntualmente en junio o en julio y septiembre, dependiendo de los casos…

Es, sin embargo, ese, un triste cine: porque en él, y en su celuloide, no habita ni el talento, ni la belleza, ni, si te apuran, la dignidad. ¿Y el The end a tanta miseria? Ni se le espera…