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No hay más que ponerse durante unos minutos a considerar en qué estado de cosas ha funcionado el país en el mes de agosto. Los políticos de vacaciones, el Parlamento y el Senado de aquella manera, porque aparte de estar Parlamento y Senado de vacaciones, los pocos que han estado si es que han estado, han sido en funciones. Bueno, el gobierno y la oposición por inercia también han estado en funciones. La justicia también tiene derecho a las vacaciones, los partidos como Podemos y PSOE sumidos en esa galbana de ponerse de acuerdo para forma gobierno, luego, cuando queden dos o tres días para cumplirse los plazos, puede que hasta se reúnan deprisa y corriendo. Ojalá que no sea para decirse lo mismo que llevan semanas diciéndose, queriendo ganar horas donde han perdido días y semanas enteras donde su única ocupación era negociar, pero cuando la ciencia política no lo da, Salamanca no lo presta. De manera, que ante esa sensación que le da a la ciudadanía de apatía, de carencia de voluntad y de egoísmo político, llevan camino de llevarnos nuevamente a las urnas, pero si por un casual llegasen a formar gobierno, la ciudadanía tiene todo el derecho del mundo a pensar qué clase de partidos son esos que han demostrado su torpeza para formar un gobierno.

¿Qué pasará cuando no solo haya que tener bien alerta los reflejos para cortar algún imponderable que surja de Europa o de alguna autonomía? Y digo más, un político curtido en mil avatares de su oficio, sabe que no pocas veces hay que adelantarse a los acontecimientos, no vaya a cogernos la situación con calzones por poner, lo que en el lenguaje cotidiano se llama meternos un gol sin enterarnos.

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Hoy miras quien puede ser parte del próximo gobierno y es que no ves gente con verdadero empaque, ni l’amo ni missatges que a priori sean por sí mismos una garantía para que ese lloc llamado España tenga los próximos cuatro años una cierta y merecida tranquilidad. Ahora mismo, lo único que no está en funciones es el notable cabreo que empieza a notarse por doquier a cuenta de unos políticos muy mermados de auténtica calidad y condición para plantarse y decir ante algunos hechos, que hasta aquí llegó el agua, y ahora, por ejemplo, formar un gobierno con la calidad presumible para gobernar un país tan complejo como el nuestro.

No podemos dejar de lado que cuando los señores jueces del tribunal del llamado procés lo tengan por bien, tengan que hacer públicas las sentencias. Un hecho por el que no hace falta haberse pasado unos años estudiando en Salamanca para saber que traerá aparejado un tsunami de protestas y algarabías. Por ello no es lo más aconsejable que esa situación se dé con un gobierno débil, o lo que es aún peor, un gobierno aún por formar.

Tampoco podemos echarlo a barato que Alemania muestra síntomas de una recesión. Ya hace años que tengo oído decir que cuando el Bundesbank tose Europa se constipa, y España está aún convaleciente de la terrible crisis que principió con lo de la banca del Lehman Brothers y que aquí se sobrealimentó con el llamado derrumbe del ladrillo, llegando a una situación insostenible. Arrastramos aún aquellas severas consecuencias: con unos derechos sociales mermados o simplemente desaparecidos, salarios de pura subsistencia, contratos laborables precarios y una seguridad social con las pensiones poco menos que quebradas. No estamos en condiciones de estar sin gobierno ni de servir una vez más como muro de contención de precariedades ajenas.