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No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. Y sí, ya sé que no hay dos sin tres, por más que digan que a la tercera va la vencida, pero alucino por un tubo con los que tienen la mano más larga que un día sin pan y más cara que espalda, y en lugar de estar con la soga al cuello se pasean como Pedro por su casa. Los que proclaman que si madrugas, dios te ayuda, y se olvidan de que no por mucho madrugar amanece más temprano.

Harto de acordarnos de Santa Bárbara solo cuando truena, y de seguir pensando que más vale pájaro en mano que ciento volando, de andar con pies de plomo, de decirnos que en boca cerrada no entran moscas, y de que debemos estar al loro para salvar el pellejo. Cuando la realidad es que, si no queremos quedarnos en ni chicha, ni limoná, deberíamos optar por pedir perdón antes que por pedir permiso. Igual el mundo no es para los valientes, pero cuando a unos muchos les da por ir a dios rogando y con el mazo dando, no podemos poner la otra mejilla. Porque sabemos que el amor no lo cura todo y aunque suponga meternos en camisa de once varas, deberíamos hacer de tripas corazón y pisar todos los charcos. Si no, nuestra historia la escribirán los otros, mientras nosotros seguimos en Babia.

Es cierto que siempre nos toca bailar con el más feo, y que en general el pez grande se come al pez chico, y que siempre ha habido ricos, pocos, y pobres, muchos, y puede que el trabajo no dignifique, sino que sea la maldición de las clases bebedoras, y que no necesitemos divertirnos para beber, pero si no intentamos al menos matar dos pájaros de un tiro, nos van a seguir cayendo hostias como panes y seguiremos pasando las de Caín, mientras otros se preparan para ser los más ricos del cementerio.

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No sé, queridos lectores, si esto es predicar en el desierto, ni si a pesar del esfuerzo nos quedaremos con dos palmos de narices o a dos velas, porque ninguno vinimos con un pan debajo del brazo. Porque al pan, pan y al vino, vino -y aunque el pan se haga con las manos, ni dios lo reparte con el corazón-, porque el egoísmo campa a sus anchas y la solidaridad brilla por su ausencia. Igual ya hemos dado nuestro brazo a torcer y pusimos las barbas a remojar cuando vimos las del vecino mesar, y por eso muchos ya no se sienten entre la espada y la pared, porque en lugar de ir de perdidos al río se conforman con las migajas y con el derecho al pataleo.

Vale que si algo va mal siempre es susceptible de empeorar, y que la tostada cae siempre del lado de la mantequilla -eso está más claro que el agua-, sin embargo, no podremos dormir a pierna suelta, ni como un tronco, si al menos no damos una patada y p’alante y levantamos las alfombras para que de aquellos polvos no nos vengan más lodos. Sabemos que hay gato encerrado, y sabemos, también, que siempre nos lo quieren dar por liebre. Pero también sabemos que a nadie le amarga un dulce, y aunque dios le da pan a quien no tiene dientes, no debemos permitirnos ahogarnos en un vaso de agua cuando la vida se nos presenta como el palo de un gallinero: corta y llena de mierda.

Así que a bailar, aunque nos llamen malditos. Nos da igual que las noches de fiesta se conviertan en mañanas de Ibuprofeno. Nos apuntaremos a cada bombardeo sin bajarnos más los pantalones y no gritaremos tonto el último, sino tontos todos los que se creen tan listos. Y como el saber sí ocupa lugar, y en el momento que menos lo esperemos saltará la liebre, pues no perdamos la esperanza que es lo último que nos queda. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com