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La noche tuvo agua que sonaba con fuerza en los tejados de mi casa y me ha mantenido ull al bou después del estropicio que causó en la primera quincena de septiembre en casi todo el Levante y otras zonas, que ahora con lo del cambio climático, parece que nos haya mirado un tuerto, y la mañana amaneció lloviznando con algún que otro rayo, seguido de un trueno seco, potente y amenazador. Buena mañana tenemos para ponerme a escribir.

Mi perrita Lluna tiene un miedo exagerado a los truenos, petardos o tiros. Como quiera que mi casa esté ubicada dentro de un coto de caza, si salimos a dar nuestra caminata diaria y suenan cuatro tiros, Lluna se viene a mi lado, se acurruca temerosa entre las piernas y se niega a dar ni un paso más. Da pena de verla ¡qué tembladera! De manera que no me queda otra que consolarla y en ese lenguaje donde nos entendemos, le doy a entender que recogemos velas y regresamos a casa. Eso la consuela, y a paso ligero, nos hacemos el camino de regreso. ¡Hay que joderse guapa! Cualquiera lo diría que luego eres capaz de ladrar y enseñarle esa colección de dientes que dios te ha dado, al perrucho más grande que se nos cruce, que por cierto, te lo tengo dicho, cualquier día de estos, uno de esos perrazos a los que tú le ladras como si fueras más que perrita leona de Masai Mara, se les va a subir tus ladridos a la cabeza y te van a pegar un viaje de aquí te espero.

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Mira monina, estás haciendo oposiciones para que te busque curro. Y en esas estaba ayer pensando cuando se me ocurrió hacerte un planning: por la mañana te busco un trabajo sosegado con mi amigo el picoleto, te podrías ir a echar unas horas a husmear maletas, mochilas y equipajes de mano. Tu primo el Orejas, trabaja en el aeropuerto de Barajas buscando droga, y no veas dónde ha sido capaz de encontrar hachís. Luego, antes de mediodía, de 11 a 13, tumbadita junto a Casimiro vendiendo el cupón, ya te digo, tumbada cómo a ti te gusta; por la tarde, ya lo tengo hablado, te vas a ir los miércoles a la Comisaría de policía 2 o 3 horas ¡Hombre! como perro que asuste no eres, además como tu raza es de Buldog francés, los tuyos y tú por supuesto también, nacéis sin rabo, pues en el oficio de atacar a un «nota» que esté huyendo de la policía después de afanarle la cartera a un honrado menestral, no creas que te veo yo mucho porvenir; tampoco se me figura que otras ñapas podrías realizar. Digo yo que siempre habrá algo, aunque la policía de comisaría para adentro, mucho de perro no son. Así que pensándolo mejor, cumplirás mejor apaño si los días de caza te vas con algún cazador. ¡Que sí, Lluna, que sí!, porque aquí en la huertecita de casa no paras las torcaces quietas.

Mismamente hace quince días, junto a los surcos de patatas que sembré para el nieto, te fuiste acercando clandestina a una collera de torcaces. Te vi los preparativos desde el ventanal. Cuando calculaste que tenías ya en firme que mostrar tus intenciones, una torcaz estaba ya en tu boca. Por cierto, no me pongas mala cara, los sábados nos los reservamos, iremos juntos a dar nuestro paseo y luego, sobre las 4 de la tarde, nos acercaremos al restaurante de Paco Flores, que ya sabes que te tiene ley y siempre te guarda algún entrecot o filete desahuciado por algún adinerado desganado. Tú te entiendes con el trozo de buey mientras yo apuro un café y un di remándolo. Creo Lluna que esto puede ser, con un poco de voluntad por tu parte, la continuación de lo que ya es una larga amistad.