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Muchos días han tenido ustedes por delante desde que se han disuelto las cámaras para intentar aproximaciones adelantadas para los pactos, que a buen seguro, tendrán que darse a partir del 11 de noviembre.

Mala cosa es empezar ya diciendo: «yo con fulano o con mengano no iría ni a cobrar una herencia», ¡no, hombre, no! Tal cual está el patio electoral hay que estar dispuesto a pactar, aunque solo fuera por prescripción facultativa. Métanse en la cabeza que después del 10 de noviembre, no hay ninguna posibilidad decente de tener que ir a nuevas elecciones, so pena de que quieran correr el riesgo de que el electorado acabe por cansarse definitivamente, y mande a los líderes políticos, perdónenme la expresión «a tomar por retambufa».

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No hay ningún líder político que haya tenido la voluntad de hacer un gramo de autocrítica, asumiendo públicamente la parte que le toca ante el fracaso de no haber podido formar gobierno, y de paso, tirar por el sumidero del despilfarro, que se dice pronto, unos 150 millones de euros, de unas elecciones innecesarias. Otra cosa distinta sería si el gasto de las elecciones saliera de la hucha de los partidos políticos, ya verían que pronto encontrarían la clave para llegar a un acuerdo. Debería de darles vergüenza pasar a la historia por sus desencuentros en vez de sus coincidencias.

En cualquier caso, apenas vuelvan a estar en plan legislativo, no estaría de más buscar una fórmula que impida volver a hacer el ridículo de esta manera, y encima a costa del votante. Esta situación en vez de crear comprensión y empatía, crea todo lo contrario a medida que se acumulan los problemas, mientras los que tienen que solucionar esto, esperan que sean los votantes quiénes lo hagan.