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Llueve. En el exterior, pero no únicamente en el exterior. Escribes esto en la mañana del domingo. El de la ya habitual cita con las urnas. Sucedió hace unas semanas. El candidato entra en la sede, recibe el alegre saludo de una secretaria y espera. Penetra luego en el despacho de quien dirige el cotarro. Amabilidad, bromas… El visitante se siente incómodo. No en vano es esta su primera campaña electoral. ¿Cómo ha de enfocarla? –se pregunta antes de verbalizar la pregunta que acaba vocalizando-. El jefe –por llamarlo de alguna forma- lo tranquiliza…

- Déjate llevar…

Estas son sus primeras palabras. Los voluntarios colgarán los carteles –le explica- en los que una foto suya (realizada por un profesional de prestigio) decorará hasta los más recónditos lugares de la ciudad. El lema no lo ideó él, ni quien le está hablando, sino que vino impuesto desde las altas esferas. Él asiente. ¿Y?

- Lo importante no es lo que vayas a decir, sino el cómo… La entonación es esencial. Has de demostrar autoridad pero, a la par, docilidad… Puedes mentir. Las mentiras –ya lo dijo Mao-, iteradas, se convierten en verdades, de la misma manera que el incesante y simple goteo del agua acaba por erosionar una sólida roca…

- Tú habla mucho –prosigue el instructor-. En los debates habla mucho, sí… Y, cuando estés en apuros, aún más… No dejes intervenir al adversario. Tú sigue parloteando… Sigue… Sigue… Sigue… Si el otro pierde la calma, tanto mejor…

- Pero… ¿Y el programa? ¿Y el público?

- ¿El programa? –inquiere el director de orquesta con leve sonrisa de zorro asombrado-. ¿El programa? ¿El público? Lanza cuatro frases hechas. E insiste en ellas… Insiste… En cuanto al vestuario, ni clásico ni desenfadado… Algo formal y, a la par, fresco… Veteranía y juventud…

- Habrá que explicarles qué vamos a hacer –señala-.

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La lluvia arrecia…

- ¿Para qué? Se vota con las vísceras, generalmente. ¿Cuántos votantes crees tú que se han leído los programas de los partidos, incluido aquel al que votarán? ¡Te preocupas en exceso! En cuanto al mitin de mañana, rodéate de los de siempre: una mujer embarazada, un hombre de color, un minusválido, un inmigrante, un adolescente y un pensionista… Valen su peso en oro… Acuérdate, igualmente, del eslogan que has de lanzar cuando los diversos informativos conecten en directo contigo. Buscamos un titular… ¿Lo entiendes?

Y el candidato asiente…

- A la salida de un debate ridiculiza a tus oponentes, autoproclámate vencedor y, en los mítines, da la mano, besa, besa mucho, preferentemente a ancianas y a niños…

La conversación dura unos treinta minutos. El número uno de la lista abandona, reconfortado, aquel despacho, intentando retener las normas recibidas…

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En la clase de Lengua un profesor explica las reglas que rigen un debate: el respeto al oponente y al turno de palabra; la renuncia al insulto; la argumentación como base del mismo; la verdad; la explicación comprensible de un qué, un cómo, un con qué, un cuándo, un para qué y un para quién, etc. El docente no soslaya los aspectos éticos: el bien común, la ausencia de egocentrismo; la bonhomía; la rectitud en las intenciones… El alumnado sale satisfecho, ilusionado…

Al cabo de unas horas –puede- ese mismo alumnado observará en televisión al adoctrinado candidato y se preguntará si su profe de lengua está en sus cabales. A la postre, el maestro sigue con su tiza y, en el mejor de los casos, con su pizarra digital. También con la razón. Aunque esta no vende ya en botica. El candidato, por su parte, cuenta con cadenas de televisión, anuncios a toda página en los principales rotativos, el poder adquisitivo e, incluso, con las calles ultrajadas por carteles generalmente vergonzosos… Don Quijote se estrella, nuevamente, contra los molinos, unos molinos que, ahora, sin embargo, tienen nombre y apellidos e, incluso, junto a ellos, una X escrita desde la ignorancia o, peor todavía, desde la visceralidad… Don Alonso Quijano, como siempre, pierde o parece perder, tristemente, la contienda…