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Es preacuerdo pero tuvo firma solemne en el Congreso de los Diputados. Ese detalle significa que va en serio, que Pedro Sánchez se ha rendido y se traga un sapo más. Como alguien dijo ayer, tener a Iglesias de vicepresidente ya no le quitará el sueño pero es muy probable que se lo quite a millones de españoles.

Después de cinco meses mareando la perdiz y unas nuevas elecciones en las que ambos han perdido un llençol, Sánchez acepta lo que negó en julio, la vicepresidencia para el líder morado y algunos ministerios. A esa coalición de dos habrán de sumar el apoyo de regionalistas con presencia en el Congreso, Teruel existe! entre ellos, y necesariamente los nacionalistas catalanes para la investidura a la primera o su abstención para el segundo intento.

Es legítimo, son las reglas de juego y el estreno de una modalidad, el gobierno de coalición, ausente hasta ahora en el gobierno de la nación. Esta es la verdadera ruptura del bipartidismo.

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Sánchez, que maneja como nadie las etiquetas, justificó el preacuerdo porque permitirá un gobierno progresista. Será una manera de frenar la ultraderecha, la etiqueta que más ha utilizado en campaña y que no ha logrado sino alimentar al lobo con el que nos asustaba.

Para este viaje no se necesitaban alforjas, máxime después de que en campaña Sánchez se haya ufanado de no haber pactado con Podemos por sus diferencias en el modo de afrontar las crisis catalanas. Otro sapo al gaznate.

No era bloqueo el problema, sino el empeño en gobernar en solitario con la abstención del segundo partido en representación. Pero este no perdona haber sufrido el «no es no» que popularizó el ahora presidente cuando el PP se vio en el trance. Se lo ha tragado junto con el orgullo de ser presidente sin sombras y me temo que Iglesias le va a mantener a la luz de un eclipse.