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Esta legislatura tiene aún tela que cortar. No es fácil ponerse de acuerdo con tantos partidos y cada uno con sus ambiciones. Cómo saben que Pedro Sánchez les necesita, no se cortan un pelo y piden, sin pararse en el decoro de lo que no se puede pedir, simplemente, porque no se puede conceder.

Vamos a suponer que por fin tenemos fumata blanca, pues ahora mismo les digo que eso no va a garantizar una legislatura sin sobresaltos. En primer lugar veo a un Pablo Iglesias con la necesidad de aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid por hacerse notar ante su parroquia, que no es precisamente socialista; las aspiraciones de Pablo Iglesias no confluyen con las que pueda tener Pedro Sánchez. Son políticos distintos, lo que no sé hasta donde de distantes. Es como si al levantarnos de la cama confundiéramos los zapatos, colocando el del pie derecho en el pie izquierdo, y el del pie izquierdo en el pie derecho; calculen el ritmo de la marcha que puede salir de semejante despropósito.

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Aún hay quienes creen que una vez que un aspirante es investido presidente, salga el sol por donde salga, será ya presidente toda la legislatura ¡hombre!, si le da igual ocho que ochenta puede, pero si lo que pretendía era ser investido presidente para actuar como tal, lo llevará muy crudo, porque no ganará ni una votación. Y no solo eso, no logrará tampoco sacar adelante ninguna acción de gobierno que exija una voluntad consensuada, simplemente porque el consenso ya no existe. Dicho lo cual, no queda otra que clausurar las cámaras y convocar elecciones anticipadas de nuevo.

Algunos politólogos ven en el futuro gobierno, caso de que por fin el mercadillo de los pactos lo permita, un gobierno Frankenstein, símil o metáfora que no está mal traída, pero yo soy más telúrico, como más pegado a los orígenes, y lo veo como un sofrito, un pisto que puede terminar siendo un totum revolotum, que a mi modo de ver tiene aún otra lectura, si me apuran más enrevesada, más apurada. Si durante la legislatura a la barca de la gobernabilidad se le malbaratan las cuadernas y hace agua, y acabamos en una nueva legislatura, como tampoco hay que esperar mayorías absolutas dada la fragmentación del voto, habría que volver a los pactos, pero me pregunto ¿y ahora con quién? Porque no iba a ser con quiénes precisamente han hurgado en el calafateado de las cuadernas de la embarcación gubernativa ‘nudo gordiano’, imposible para las mentalidades enclaustradas de nuestros políticos, de manera que tómenselo como aviso para navegantes. En este momento no solo está en juego la actual legislatura, podría estar más difícil para los acuerdos, más quebradiza, una nueva legislatura virtual que es la que vendría a socorrer a la actual en caso de impotencia gubernativa y consecuentemente con nuevas elecciones.

Dicho así, en la geometría de un futuro lejano, parece cosa de una mente políticamente retorcida, pero no lo tomen como algo imposible, algo que no pueda pasar. Ojalá que me equivoque y simplemente se me haya deslizado la imaginación pendiente debajo de la debacle, pero los mimbres que tenemos no me merecen más serenas reflexiones.