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Mi ordenador se empeña en decirme que ponga «Las sombra de Vidal allanes» pero no voy a hacerle caso, entre otras cosas porque se trata de un seudónimo que despista mucho, y porque tuvo la generosidad de presentar uno de mis libros cuando, dicho sea de paso, yo siempre he creído que los libros no necesitan presentación, que salen a la luz pública para vivir su propia vida, sin que haya de molestarse a sus autores. Pero no, un escritor no es un escritor, es un hombre que hace presentaciones de sus propios libros, y además los escribe. J.M. Vidal-Illanes, nacido en Maó, había publicado ya un excelente libro de narraciones, «L’illa, el far, el vent», además de la novela «Júlia i la xarxa» y un sinfín de relatos. Su prosa no delata su lugar de nacimiento, ni siquiera su actual ubicación en Mallorca; es una prosa hábil, culta, normativa que tendría que fascinar a muchos editores catalanes. Felicidades, amigo Josep Manuel; «Hereus de la penombra», la novela que acaba de publicar Gregal, es un libro magnífico, y la sombra de Vidal Illanes puede ser tan alargada como él quiera.

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«Hereus de la penombra» rinde culto, según se afirma en la contraportada, a la contracultura, la generación beat, la sociedad americana de los sesenta, el mayo del 68, la generación hippie y una caterva de artistas de renombre que pululan por sus páginas prestándoles un poquito de sus vidas y realizaciones; Nueva York, Toronto, París, el espíritu revolucionario y algo que no acabo de entender muy bien: las decisiones que tomamos, las que no tomamos y las que toman los demás. Toma Jeroma pastillas de goma. Pero lo que yo creo es que «Hereus de la penombra», a pesar del empréstito de poetas y músicos reales, conquista lo inconquistable, que es tener un estilo, una voz propia. Muy buena la caracterización de las mujeres –felicidades otra vez-, muy bueno el acierto de algunas páginas que logran estremecernos sin que la voz del autor sea en ningún momento altisonante. «Aquella seria la darrera besada que li faria… Isabelle la va trobar mig submergida dins la banyera…». Muy bueno el esfuerzo de recrear el ambiente del Chelsea y del Village en los años sesenta. En algunos momentos la lectura nos sugiera la música que llenaba el hotel por aquellos días y para completar el cuadro uno se siente llevado a la azotea, en compañía del protagonista y las mujeres que en ningún momento son suyas - «ves a veure la teva preciosa albada»-, para contemplar los míticos amaneceres de la ciudad.