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Hace unos días me sentí Carrie Bradshaw, de la serie «Sexo en Nueva York». No por lo que ella encarna en la serie sino por salir de cena con las madres de la clase de mi hijo, y después inspirarme para esta columna.

Era una cena para conocernos y así romper el hielo. Ya que en el colegio donde van nuestros hijos, con el trasiego de ir y venir, hay poco tiempo para la conversación, todo son prisas.

Una cena gratificante, de 25 fuimos 11 mamás. Un número idóneo para hablar todas con todas. Una cena que da para mostrarnos como somos y compartir penas y alegrías. Muchas empatizábamos porque hay cosas cotidianas de las relaciones humanas que son comunes. Lo que quedó claro es que las personas tóxicas y que hacen daño, cuanto más lejos mejor. También hablamos de nuestros hijos, aunque solo la anécdota, era un momento deseado para nosotras. Por ejemplo, mi anécdota fue que le expliqué a mi hijo de 3 años que iba a salir por la noche con las mamás de sus compañeros de clase y me dijo «mamá yo quiero ir contigo». Me alegré mucho por su espontaneidad «pero lo dejaremos pendiente para otro día», pensé.

Me reí mucho, abiertamente, sin complejos. Y creo que muchas de las que estábamos allí les pasó como a mí.

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Fue una velada en que nos enfundamos en ropa sexy, tacones, carmín en los labios. Un vestuario muy diferente a cuando vamos a llevar y recoger a nuestros hijos. Éramos nosotras, en una versión remember de cuando éramos mujeres sin niños.

Antes de la cita, muchas mamás coincidieron en que les costó hacerse a la idea de salir de cena. Un sábado por la tarde después de toda la jornada el cansancio pesaba en los talones. Pero una vez hecho el esfuerzo, y ya en el dintel de la puerta, era otra cosa.

Después de cenar, unas se despidieron y otras, en las que me encontraba, salimos a bailar al bar de al lado. Lugar donde coincidimos con una cena de empresa pero en versión masculina, los padres. Era curioso ver y sentir que éramos adultos con ganas de pasarlo bien, y desconectar un poco de nuestra rutina.

Al día siguiente cumplí como persona y como madre. Disfrutamos de un domingo felizmente navideño. Y el lunes, la vuelta al cole, las sonrisas de complicidad de las madres que estuvimos en la cena nos delataban. Algunas de las que no pudieron asistir -por diferentes motivos-, se comprometían a ir si se hacia otra vez.

Muy recomendable estas salidas no solo para conocernos, sino para sentirte un mujer además de mamá, oxigenar la mente y por qué no, sentirte una mujer bonita.