TW

Si por lo que sea ha comenzado a leer este artículo… déjelo ya. Estamos a cinco días de que se acabe el año, y además en nuestra Menorca es fiesta, así que seguro que tiene un montón de cosas interesantes que hacer antes que estar perdiendo el tiempo con este junta letras miope que utiliza en su word la times new roman tamaño 16 para no pegar la nariz a la pantalla. De hecho les tengo que confesar, queridos lectores, que el último artículo del año siempre es el más difícil de escribir, porque uno está con sus mierdas haciendo la inevitable reflexión sobre acontecimientos pasados y esperando, muy por dentro para que nadie lo note, que las cosas mejoren a partir del año que viene, como si por el simple hecho de cambiar de calendario fueran a cambiar nuestras vidas.

Si ya están en el segundo párrafo, desoyendo el sabio consejo que les he dado en la primera línea, se han ganado otra sincera confesión, y esa sincera confesión que se han ganado, como articulista suyo que soy, se la voy a dar- perdón por este cutre homenaje a la película de culto «Bienvenido, Mister Marshall»- cada artículo que escribo me cuesta más que cagar una piña al revés, toma ya con la metáfora escatológica.

Son ya unos cuantos años compartiendo camino con ustedes, y cuando uno empieza tiene toda la emoción del mundo y la ingenua creencia de que se pone un granito de arena para mover alguna neurona en las cabecitas adormiladas o despistadas, y eso te hace sentir que eres capaz de todo y más, como el personaje de Beatrix Kiddo, interpretado magistralmente por Uma Thurman en la película «Kill Bill»; yo no tengo ni idea de cómo se maneja una catana, y un mono de cuero amarillo me marcaría demasiado los michelines, pero oye, me apetecía recordar la fuerza del personaje de Uma, y como los símiles me los escribo yo, pues gustazo que me he dado.

Noticias relacionadas

Al pasar del tiempo, y de la cantidad de textos publicados, la emoción se atempera, y los humos de pensarse más importante de lo que uno es bajan a niveles aceptables. Estos artículos no van a cambiar el mundo, ni siquiera van a mejorar la vida de nadie… excepto la mía. Y no por lo emolumentos recibidos, que ya saben que esto va por el amor al arte, sino porque el poder replicar públicamente se ha convertido en una necesidad vital y en una terapia pública que evita que uno se ponga a mirar por Internet como se fabrica un coctel molotov.

Y si estás algo desanimado con la repercusión de tus escritos, ¿por qué carajo nos sigues dando la murga semana tras semana en lugar de irte a robar uvas para Nochevieja? Bueno, como ya he dicho, por puro egoísmo, para evitarme úlceras y porque, les hago una tercera confesión que hoy me estoy abriendo en canal, desde el auge de los malos malotes que quieren acabar con los pocos progresos conseguidos en libertad, igualdad y solidaridad, me ha vuelto un ansia renovada por no cerrar la boca y seguir compartiendo con ustedes la necesidad de replicar sobre todo aquello que nos toca la fibra.

Si han llegado hasta aquí tienen mucho mérito, les presento mis respetos y les doy mis dieces con la misma sinceridad con la que mira Westley a su amada, la bella Buttercup, en la indispensable película «La princesa prometida». Acabemos con un deseo que es lo que toca, que el año que entra podamos seguir compartiendo camino para meter el dedo en el ojo a los que se quieren quedar con todas las uvas y, cómo no, que podamos seguir disfrutando del cine y de unas cervezas en buena compañía. Feliz último jueves del año.

conderechoareplicamenorca@gmail.com