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Solo la superioridad moral de la izquierda justifica un gobierno con 22 ministerios, el más grande de Europa y el más numeroso -salvo uno breve en 1980- de la España de todos los tiempos. Si en vez de dos, los partidos en el Ejecutivo de Pedro Sánchez hubieran sido tres o cuatro, el número de sillas se habría disparado en la misma proporción. Es el primer pago del acuerdo forzoso.

Solo la superioridad moral de la izquierda tolera también que en el Ejecutivo figuren los dos miembros de una pareja, Iglesias y Montero, los del partido del «no hemos venido a hacernos ricos», pero de momento trincamos lo que se pone a tiro. Ignoro si el famoso código ético dice algo al respecto, pero el estético, espontáneo, popular y sentido común lo rechazan de plano.

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El presidente del Gobierno ha colocado a veces a su mujer en un buen salario independientemente del cargo, pero nadie había osado sentar a su compañera de vida en el Consejo de Ministros. Ojo con escribir ‘su señora’, que la susodicha es justamente la ministra de «igual-dá», del lenguaje inclusivo y todo eso que nos va a convertir en una sociedad más próspera y avanzada.

A Alberto Garzón le han pagado por poner Izquierda Unida al servicio de los nuevos tribunos con la cartera de Consumo, materia residual entre las competencias que le quedan al Gobierno central y que en los autómicos no pasa de una dirección general.

Del resto de carteras ministeriales clásicas, la mayoría se ha troceado no sé si para garantizar un mejor gobierno o si, como apuntan todos los indicios, se trata de satisfacer la larga lista de compromisos del presidente o exigencia de sus socios, los que dan la cara en el Consejo y los que están a la sombra o esperan que les muevan el nogal para coger las nueces.