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Me sorprendió que alguien nombrara a un vecino que murió años atrás por el mote que tenía en vida. Pensé que el mote que a lo mejor le pusieron de pequeño, o que heredó de su familia, le sobrevivía más allá de la muerte. Pensé también que, de alguna manera, esa es una forma de perpetuarse en la memoria popular (mientras no te olviden, mientras se acuerden de tu mote, seguirás viviendo) El diccionario define «mote» como «sobrenombre que se da a una persona por una cualidad o condición suya» Si es una cualidad negativa, esto está más reservado al término «apodo», que es el «nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia». Borja Moll define «malnom» como «nom que es posa a algú, prenent-lo del seu defecte, vici, qualitat, etc.; castellà: mote, apodo». En esto cabe decir que en cada lugar, cada pueblo, cada pequeña ciudad existen listas de apodos, a veces interminables. En los Quaderns de folklore publicados por el Col·lectiu Folklòric de Ciutadella existe un opúsculo titulado «Els malnoms de Ciutadella», del que es autor Jaume Mascaró Pons. Pero lo cierto es que existen publicaciones similares en todas partes.

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María Aragón publicó en «El periódico de Catalunya» un artículo titulado «Los motes del pueblo que te harán llorar de risa». Entre otros citaba: Pocamecha, Pocapicha, Espantanubes, Buscarruinas, la Limahuevos, Saltacharcos, el Ojostiesos. En vista del éxito, creo que vale más que me calle los más chocantes de las diferentes ciudades de nuestro entorno. Cabe decir que los twitteros en seguida lanzaron más motes salerosos, que seguramente no deben de hacer ni pizca de gracia a los afectados: la Casiguapa, Cagazumos, Morroestufa, Tetasdeperra, Trescojones, Pollaboba, Cagalumbres, etc. Ni siquiera los actores de cine se libran de esta plaga. A Mel Gibson le llaman Mad Mel (Mel el Loco) desde que protagonizó «Mad Max»; Clark Gable era conocido como El Rey, pero siempre he oído llamarle «Cara Cable», igual que a Marlon Brando le decían «Melón Blando». John Wayne era El Duque porque dicen que era muy caballeroso y Charles Bronson era El Feo, en italiano Il Brutto.

En un principio los motes, apodos o sobrenombres no tenían mala intención; si había dos Juan García, uno era el Leñaor y el otro era El Tuerto, por ejemplo; si había dos Plinio, uno era Plinio el Viejo y el otro Plinio el Joven y si había dos charlatanes, uno era un feriante y el otro presidente del gobierno, según sus cualidades.