TW

La contradicción constante constituye el eje sobre el que nos movemos sin avanzar. La ampliación del parque solar de Son Salomó es el último ejemplo de la duda permanente entre lo que queremos y lo que finalmente nos dejan hacer las piedras que se interponen en el camino.

La piedra, esa es la clave, la influencia de la Edad de Piedra, conocida también por Etapa Lítica, aquel período prehistórico en el que los humanos elaboraban las herramientas –y las casas y los recipientes, todo– de piedra porque todavía no habían descubierto el metal ni otros materiales.

Hay que rendir respeto a la cultura de la piedra como se lo rendimos a nuestros antepasados por su obra, conocimiento y bienes que nos han transmitido, una herencia que nos enriquece humanamente. Otra cosa es que esa cultura o herencia condicione nuestro progreso.

Es lo que está ocurriendo con la Etapa Lítica, tan lejana en el tiempo y tan cercana y poderosa en el presente. El conseller que gestiona la ampliación del parque solar es el de Cultura, toda una declaración de intenciones y de prioridades, la influencia de la prehistoria frente a la tecnología de hoy. Nada extraña así que la pesa lítica haya vencido en la balanza a la tecnológica, aunque el equilibrio fuera posible y lógico.

También la cultura de la piedra supone el último atasco en la reforma del primer tramo de la carretera. El valor de las viejas construciones del pretalayótico han sido opuestas a la modernización y la seguridad. Como en Son Salomó, el conseller de Cultura ha arbitrado el caso.

Asistimos atónitos a la enésima contradicción de la política menorquina en dos asuntos en los que curiosamente no hay incompatibilidades flagrantes entre piedras y modernidad sino que se ha hecho de ello un uso perverso en perjuicio de todos.