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Soledades hay muchas, tantas como personas y situaciones. Hay gente solitaria, aficionada al silencio, que disfruta de ella misma y de sus pequeñas manías, de estar a solas con un buen libro, paseando con su perro, mirando escaparates en el anonimato de una gran ciudad o por contra, paseando en la naturaleza. Tiene una red de familia y amistades para socializar y salir del retiro si así lo quiere, así que no se siente infeliz. Es un hecho que con la edad la habilidad para tejer esas amistades se reduce, o las ganas de salir a buscarlas; la vida social va mermando o a veces es que simplemente ya no vale tanto la pena el esfuerzo. Pero realmente la tristeza llega cuando esa soledad no es elegida sino impuesta por las circunstancias. Es lo que les sucede a muchas personas mayores –que han perdido pareja o amigos, jubilados o con problemas de salud–, y cada vez son más, ya que ese dato va ligado al incremento de la esperanza de vida y a que la mayoría quiere conservar su independencia, vivir en su hogar.

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La soledad, o el sentirse solos, es uno de esos peligros que acechan en el ‘tercer acto’ de la vida, que diría la incombustible actriz Jane Fonda. La Organización Mundial de la Salud ya lo considera una epidemia, silenciosa pero que avanza: hay 4,7 millones de hogares unipersonales en España (datos del INE 2018) y dos millones están habitados por personas de 65 años o más, una mayoría mujeres. Desde la Iglesia, la Pastoral de la Salud de la diócesis menorquina puso el foco en las formas de combatir la soledad en la tercera edad en una reciente sesión formativa, dirigida a voluntarios, familiares y cuidadores. En el encuentro se ofrecieron datos como que casi el 70 por ciento de los mayores buscan sentirse ocupados y distraerse cuando se sienten solos. Ayudarles a cultivar las relaciones y acompañarles a actividades fueron algunas pautas ofrecidas para aliviar su soledad, tanto como potenciar la empatía y escucharlos. Y es que la vejez, aunque natural y sin escapatoria posible, se ignora y se esconde; es el último tabú a romper.