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Moisés fue a ver al Faraón y le dijo: “Así dice Yahvéh: A media noche pasaré Yo a través de Egipto; y morirá en el país de Egipto todo primogénito, desde el primogénito del Faraón que se sienta en su trono, hasta el primogénito de la esclava encargada de moler …” este era el anuncio de la 10ª plaga, que hizo que el Faraón permitiera que los israelitas pudieran salir de Egipto hacia la tierra prometida.

Las diferencias son abismales pero yo comparo el coronavirus con aquellas plagas que el Éxodo narra, aunque por mi condición de creyendo no creo que el COVID-19 sea un castigo divino, para mí es un virus que llegó inesperadamente y en mis plegarias ruego para que desaparezca con la misma rapidez con que llegó.

Una amiga me preguntaba si recordaba algo parecido a lo que está sucediendo. No, en absoluto. Recuerdo que en el año 1948/49 la gripe, con especial virulencia, hizo que cerraran el Seminario y todos y cada uno de los alumnos marchamos a nuestras respectivas casas. Medida del todo normal porque aquel caserón, frio “com una mala cosa” no era apto para convertirse en un “hospital de campaña”. Lo que no recuerdo es el tiempo de duración de dichas vacaciones extras.

Luego, en el año 1968, tal vez el 69, la llamada “gripe asiático” sembró el miedo en Europa, pero no pasó -que yo recuerde- a mayores.

La campaña de vacunación, obligada para el personal de riesgo, aquellos que estábamos en contacto con viajeros extranjeros, hizo que tuviera que vacunarme. Recuerdo que como empleado de la “Tras” en Algeciras, con algunos compañeros, acudimos a la Comandancia de Marina y fuimos vacunados por un practicante de la Armada y, poco más.
Situaciones límite como la actual, nada de nada, por ello he recurrido a las pagas de Egipto, pero salvando las diferencias.

Lo complicado del Coronavirus es el desconocimiento que del mismo se tiene y la falta de una vacuna adecuada. Hoy leo y veo que China ha logrado el “milagro”, aunque con ciertas limitaciones como es conocer si es efectiva, pero el camino hacia una solución está abierto y la luz se ha hecho, está, al menos, en lontananza.

Me apunto a los que creen que seremos capaces de superar este nefasto momento, siempre y cuando estemos dispuestos a asumir ciertas molestias como el permanecer en casa sin salir ni siquiera para admirar “como las nubes cambian de nariz”.
Antes, cuando todavía la prohibición de salir era una recomendación, hablando con algunos amigos les decía, ignoro la razón de ello, pero creo que un aguacero, de enorme calado, se llevaría el COVID-19 por delante, ahora pienso que haya algo mejor, la unión de todos, el marchar juntos codo con codo.

En el pleno del Congreso, en el que el Presidente Sánchez, explicó las medidas que el Gobierno había tomado para atajar los problemas, sanitarios y económicos, que el virus está causando no solo en España sino en todo el mundo, me alegré cuando en el turno de réplica el Presidente del PP, Pablo Casado, le dijera: “Señor Sánchez, no está solo”, y le prometiera lealtad y apoyo aunque no estuviera del todo con vencido de algunas medidas adoptadas. 
 De hecho, esta promesa de lealtad y apoyo fue unánime. Todos los Partidos Políticos la apoyaron, lógico, porque ahora no estamos en momentos de enfrentamiento político, n i hacer de4l COVID-19 un arma arrojadiza, ahora estamos en otro estadio, ahora hablamos de personas, de algo que atañe a todos, de vidas humanas que en definitiva es el motivo que mueve, al menos así lo creo, a todos los Partidos.

Quince días y a clase. Dios me oiga, si han de ser más que sepamos permanecer en casa mirando a través de la Tele como el cielo pasa del gris al amarillo y de éste al blanco sin olvidar el “verde” de quienes, exponiéndose a salir mal librados, cuidan de nuestra salud. A ellos y ellas, con extensión para muchos colectivos, mi admiración, mi respeto y un beso muy fuerte, aunque solo sea a través del móvil, como el que cada día me mandan mis nietos.