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Llevamos días viviendo un auténtico shock. La cantidad de información sobre la pandemia del coronavirus, las imágenes aterradoras, primero de China, luego de Italia y ahora de nuestros propios hospitales y ciudades, todo ello sumado al confinamiento obligatorio, son algo que difícilmente podíamos imaginar que viviríamos tan solo quince días atrás. En medio de esta vorágine suceden otras cosas, informaciones que se ven tapadas por la crisis sanitaria y sus efectos devastadores, en vidas y en la economía.

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Pero que estemos encerrados, porque así lo manda esta emergencia de salud pública, no significa que estemos aborregados ni que debamos dejar pasar actuaciones que en otros momentos serían escandalosas. Ahí tenemos el anuncio de Felipe VI de que renunciará a la herencia de su padre el rey emérito –deberá esperar a que fallezca, aún no puede jurídicamente renunciar a nada–, y de la retirada de su asignación por sus supuestas cuentas en Suiza, solo un día después de que se decretara el estado de alarma. Tema eclipsado por la pandemia y seguimos. El pasado día 21 el Boletín Oficial del Estado publicaba una resolución de Justicia para continuar con procedimientos «indispensables para proteger el interés general» que habían sido paralizados el día 14 por el estado de alarma, tales como los indultos en tramitación en esa fecha «o que se hayan iniciado o vayan a iniciarse». ¿Los motivos para levantar la paralización de indultos a presos? Huele a politiqueo rastrero. Pasa página. Y ya otra noticia que es el colmo, la subida de sueldos con efecto retroactivo del 2 por ciento para sus señorías de las Cortes valencianas, publicado cuando todo se derrumba a nuestro alrededor. Creo que el sonrojo ha llevado finalmente a que los grupos parlamentarios hayan renunciado a la subida de sueldo, porque era lo que faltaba, que autónomos y trabajadores en la ruina les financiaran su desfachatez. Habrá que hacer una larga lista y depurar responsabilidades, cuando el virus no lo ocupe todo.