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Ahora sería muy fácil encontrar a Wally, con el estado de alarma, todo el mundo en casa, sin poder salir hasta nueva orden. Y seguramente si estuviera por la calle le estaría esperando algún agente de seguridad para llamarle la atención, y si lo ven más de una vez como si nada, haciéndose el despistado, le pondrían una multa.

Wally protagoniza una serie de libros «¿Dónde está Wally?» (titulado originalmente en inglés «Where’s Wally?», creado por el dibujante británico Martin Handford en 1987. No se trata de libros de lectura sino para jugar, en cuyas páginas ilustradas hay que encontrar al personaje de Wally en escenas con miles de dibujos de personas y detalles que despistan al lector. Para identificarlo más fácilmente Wally siempre va vestido del mismo modo: jersey de rayas horizontales rojas y blancas, gafas, pantalón vaquero y un gorro de lana, también de rayas rojas y blancas. Además, suele llevar complementos como cámaras de fotos colgadas al cuello, enseres de camping o libros, su bastón, que en ocasiones acaba perdiendo, por lo que también deben ser buscados por el lector/jugador. Además de este aventurero protagonista, se puede encontrar a su hermana Wenda, con una indumentaria muy similar. También cuenta con Woof, su nombre es la onomatopeya inglesa de un ladrido. Es de pelaje blanco y, al igual que Wally, lleva gafas y un gorro rojo y blanco, aunque por lo general solo deja ver su cola. También hay otros personjaes habituales, pero estos son los que más recuerdo.

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Era uno de mis entretenimientos cuando iba a la Biblioteca Pública de Valencia. Me encantaba cogerlos y pasar el tiempo entretenida encontrando a Wally y Cía.

Leo en la revista «Baazar»: «Artistas e ilustradores están retratando el coronavirus en las redes sociales». Por ejemplo en Instagram, se está viendo mucha creatividad, con el covid-19 desde otra perspectiva. Son varias las mujeres y hombres que retratan con ingenio la situación que vivimos, hasta ver el lienzo de Leonardo Da Vinci de la Gioconda o Mona Lisa tuneado, dejando de ver su media sonrisa porque la mascarilla se la ha tapado.

También se fomenta el humor, creo que lo que más está rulando, sobre todo por whatsapp. El humor está suavizando una situación que para algunos puede ser una prueba de fuego estar confinados en un piso. Recuerdo que estuve en el piso de unas amigas de Madrid, hice una noche. El espacio era aproximado de 100 m2, sin ventanas a la calle, solo a la galería comunitaria y por supuesto, sin balcón. Éramos cuatro chicas. Eso sí, era un piso reformado y moderno, pero que queréis que os diga, menos mal, que solo duré la noche. Cuando amanecí, cogí mi maleta y desayuné en una cafetería. Ahora, mis amigas ya no están, solo pienso quién ocupará ese piso, y cómo lo estará, o lo estarán llevando.