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¿Como están queridos lectores? Espero que lo mejor posible dentro de lo poco que cabe. Tiempos muy difíciles nunca antes vividos por la gran mayoría de nosotros. Tiempos de mucha incertidumbre donde nos angustia que no haya certezas. Tenemos la cabeza llena de preguntas: ¿cuándo acabará todo?, ¿cómo saldremos de esta?, ¿qué futuro nos espera?, ¿es inevitable renunciar a la libertad para conseguir cierta seguridad?, y un infinito etc. Montañas de preguntas y muy pocas respuestas. Aunque a estas alturas de la siniestra partida ya van quedando algunas cositas claras, como por ejemplo que la pandemia no cambia la esencia de las personas, lo que hace es sacar lo mejor de la buena gente y al mismo tiempo lo peor de los chungos más chungos. Eso es asín como decía mi abuela cuando se había tomado dos copitas de anís del Mono.

También podemos concluir ya, tras un análisis minucioso de los datos, y sin miedo a equivocarnos, que los pantalones vaqueros son una mierda de prenda. Son incómodos y aprietan la zona del abdomen de manera muy molesta. Además si nos agachamos dejan a la vista el principio de la raja del culo, visión que es conocida popularmente como la «hucha». Es una prenda completamente prescindible para andar por casa y no puede competir ni de lejos con un buen chándal. Sé que la apuesta es arriesgada porque si vamos todo el día en chándal podemos parecer cantantes de trap trasnochados, pero ojo si de algo sirve esta jodida pandemia es para hacernos perder por completo el sentido del ridículo. Miren la cantidad de vídeos caseros que circulan por las redes sociales, la gente no se corta un pelo y bien que hacen, ya tenemos bastante con lo que hay fuera como para encorsetarnos dentro de nuestras casas con trajes duros y almidonados alrededor del alma. Fuera los sujetadores que oprimen el cuerpo y al carajo la esclavitud de culto al body, personas naturales sobreviviendo en situaciones hostiles, y al que no le guste que no mire.

Y en esa búsqueda de certezas otra que parece inapelable es que dios, se pongan como se pongan algunos, necesita a la ciencia más que un koala a un eucalipto. Libertad de culto y creencia porque reconforta el alma, faltaría más, siempre que nos dejen a los demás rezarles a San Investigación y Santa Vacuna, porque estos son los que salvarán a creyentes y ateos por igual. Es lo que tienen los virus, las bacterias, las proteínas y las vitaminas, que solo entienden de este mundo y no les interesa nada especular con el más allá.

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Se acaba el espacio muy rápido, pero aún nos entra una certeza más, redoble de tambor por favor, ahí va: la capacidad de adaptación a situaciones difíciles que están mostrando los niños es acojonante. Sabemos que con la edad nuestro cuerpo y nuestra mente se vuelven más rígidos que una vara de hierro, y que los niños tiene una elasticidad con la que no podemos competir ni de coña. Y ahora que los tenemos encerrados en casa nos dan sopas con hondas – me mola esta expresión en desuso- en una lección de supervivencia que parecía imposible cuando empezó la pesadilla. Eso no quita para que flipemos el día que nos abran las puertas, va a ser de órdago, ríete tú de los encierros de San Fermín.

Seguimos investigando el misterio de los calcetines y las tapas de tuppers desaparecidos, estamos muy cerca de encontrar resultados. Sin embargo un nuevo frente se nos abre en el horizonte, ¿por qué seguimos haciendo la cama cada día si no esperamos visita? Feliz jueves de resistencia.

conderechoareplicamenorca@gmail.com