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Según Matthias Mel, psicólogo de la Universidad de Arizona, tanto los introvertidos como los extrovertidos necesitan interacción humana para su salud y bienestar. A los introvertidos les cuesta más relacionarse socialmente, por lo que parece que durante los días de confinamiento deberían tener ventaja sobre los extrovertidos. Pero los extrovertidos tienen más facilidad para pedir apoyo de los demás, les es más fácil llamar por teléfono o meterse sin tapujos en las redes sociales. De modo que tanto unos como otros se resienten a la hora de pasar días, semanas aislados o prácticamente aislados del común de los humanos, aunque sea para dejar atrás la epidemia. Porque lo que se aconseja es el distanciamiento físico, evitar el contacto para impedir el contagio. Por fortuna, en estos tiempos modernos, podemos relacionarnos a distancia mediante el teléfono, la informática o los medios audiovisuales. Imaginen por un momento que nos falta luz, agua, alimentos, internet, móviles, servicios mínimos y ya pueden empezar a escribir una novela épico-histórica como las de Ken Follett, en las que, curiosamente, los pocos que se salvaban era porque se lavaban las manos. Claro que aun en esas condiciones podríamos dedicarnos a hacer música, escribir relatos o pintar cuadros, que eran las armas que en la Edad Media tenían para combatir la soledad. Incluso podríamos dedicarnos a hacer sombras chinescas, o cares grogues, como hacían nuestros payeses cuando solo tenían luces de carburo en los predios, o bien contar cuentos –rondalles- para regocijo de la rica tradición folclórica de nuestras Islas.

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Según dicen, los introvertidos son más lentos a la hora de procesar los estímulos. Los extrovertidos discurren directamente las cosas, sin darle vueltas a la cabeza. Los introvertidos filtran los estímulos a través de la memoria a largo plazo y los planifican de modo tortuoso, con lo que es posible que el compañero o compañera le diga a menudo: «No me estás escuchando». A lo que podría responderse: «Es que tengo muchas cosas en la cabeza». Traducido a estos días de confinamiento, parece que el introvertido tendría que tener más entretenimiento, podría sentarse en una butaca a pensar -o a rumiar como hacen las vacas- y a lo mejor sentarse a escribir sus memorias, o a dibujar historietas, o a rascar la guitarra y sacar la enésima versión de «Resistiré», la canción del Dúo Dinámico. El tópico dice que el extrovertido acabaría usando la guitarra para aporrear la puerta.