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¿Sabes? Durante un rato ni tuve ni pensé en el coronavirus. Es más, ni ninguna otra preocupación, si te soy sincero. Este viernes me regalé una inmersión con los amigos del centro de buceo Merak para escaparme por un tiempo de aquí arriba para perderme por allí abajo. Y qué delicia. Y cómo lo recomiendo.

Bucear es la última pasión que he descubierto. Me gusta, entre otras cosas, por esa sensación de soledad que te regala en otro medio que no es el tuyo y por la gran cantidad de cosas que ves y que, de otra forma, jamás conocerías. Y flotar. Sentir como tu cuerpo se deja llevar por la corriente y el vaivén de las olas es una de las mejores sensaciones que he vivido, sintiendo que estoy en mi propia burbuja.

Tardé demasiados bautizos en sacarme el ‘Open Water’, el título base, y casi de inmediato me hice con el ‘Advance’. En el viaje por Filipinas confirmé esa especie de droga que era compartiendo ratos con tiburones, tortugas, morenas y serpientes, entre otras criaturas, y comprobando que ni son tan fieros como los pintan, ni tienen por costumbre morder primero y preguntar luego.

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Te hablo del buceo, que seguramente a ti te importe un pito, pero quiero que te quedes con la sensación, con la posibilidad que tenemos más a menudo de lo que parece, de encontrar una cosa que nos permita, durante un tiempo pequeño, ser felices y poco más. Yo lo he encontrado rodeado de millones de burbujas e independientemente del escenario que me rodee. Tengo comprobado que soy igual de feliz en una inmersión debajo de La Mola como plantándole cara a un tiburón en la Isla de Gato, o que me produce la misma satisfacción perderme por un buque japonés de la Segunda Guerra Mundial como recorrer rocas a la salida de Cala Rafalet. ‘Cal Dimoni’ lo llaman.

Llevamos unos meses muy complicados y creo que ahora que la nueva normalidad va despuntando y que el bicho nos está dando una mínima tregua deberíamos centrar nuestros esfuerzos en disfrutar de aquellas pequeñas cosas que de verdad hemos echado de menos durante el confinamiento. Por lo que pueda pasar de ahora en adelante y porque quizás nos haga más falta de la que pensamos.

Además, esta suerte de terapia viene de lujo para desintoxicarse de tanto ruido que nos persigue y nos envuelve, de tanto sainete y de tanta tontería. Porque, si te sigo siendo sincero, a veces tengo la sensación de que los que deben arreglar todo lo que nos rodea no están por la labor de hacerlo. Y el resto de ocasiones estoy convencido de que tampoco saben como hacerlo. Y así nos va, que parece que viven en su propia burbuja.

dgelabertpetrus@gmail.com