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Hace muchos años cuando era poco más que un adolescente oí comentar que en Ámsterdam las mujeres ‘de la vida’ se exhibían en escaparates y que los clientes pasaban por la calle y escogían la que más les gustaba. Entonces, en los años sesenta y en España, las cosas solían exagerarse un poquito, sobre todo las que hacían referencia a la sexualidad. Imaginé que las parejas se juntaban en pleno escaparate y que los que no tenían dinero para pagárselo lo miraban boquiabiertos desde la fría acera, porque ya se sabe que Ámsterdam queda muy al norte y hace frío.

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Después, ya en los setenta, leí la novela de Maria Aurèlia Capmany titulada «Vitrines d’Amsterdam», que Josep Faulí calificó de «una bella obra menor» de la autora. Allí ya se echaba de ver que las mujeres corrían un tupido velo ante la vitrina cuando se ocupaban, y luego volvían a descorrerlo. Ya en los ochenta llegué a Ámsterdam en coche y tuve que dejarlo en el aparcamiento del hotel y viajar en tranvía en una ciudad llena de bonitos canales y de bicicletas. En el Barrio Rojo vi un par de cosas interesantes. Desde luego las mujeres estaban en ropa interior y tenían estufas tras los gruesos cristales de los escaparates. También había tupidos telones rojos para correrlos en cuanto caía un cliente. El barrio estaba atiborrado de curiosos, y había algunos marinos americanos que pasaban gozosamente a la acción. También había una sex-shop con un maniquí en bicicleta; una bicicleta modernísima para la época, equipada con todos los accesorios menos el sillín.

Los extranjeros se sienten fascinados por la actitud permisiva de Ámsterdam respecto al sexo y la ciudad es visitada por unos 18 millones de turistas cada año. No sé cómo quedará eso ahora, con la ‘nueva normalidad’ del coronavirus. Desde luego sí sé que es imposible hacer el amor manteniendo un metro de distancia. Destacan cinco sex hotel en Ámsterdam. Existe una suite kinky equipada con todo el material necesario paras estas prácticas y por si no lo sabían les diré que kinky puede traducirse como «pervertido» y como «fetichista». Existe también un Art Hotel con una galería repleta de obras de arte que van desde esculturas y pinturas a películas y se ofrecen bonos de dos noches de intimidad para amantes, también con todo el equipo práctico imprescindible. Otros sex hotel del Barrio Rojo se dedican uno al rol dominante de la mujer, otro al Shibari, que se traduce del japonés como atadura y aun otro, el Black Tulip Hotel, a los hombres gay.