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De nuevo el enclave más maravilloso de Maó, quizás de la isla entera para muchos opinadores, su puerto natural, ha sido el epicentro de la discordia porque cualquier intervención se evalúa desde variados intereses. Si en algo coincidía la mayoría es que la coyuntura postpandemia era la menos indicada para arriesgar con una modificación circulatoria que restringía el tráfico a una sola dirección. Pese a un planteamiento que resulta evidente (no dificultes el acceso al puerto si quienes viven de sus clientes llevan tres meses sin facturar y necesitan que la gente llegue a la rada mahonesa con facilidad), la decisión ya estaba tomada.

El equipo de gobierno municipal desafió opiniones contrarias con precipitación, eliminó uno de los carriles, amarilleó la calzada, ubicó decenas y decenas de tortuguitas en el asfalto y utilizó los contenedores como mobiliario urbano delimitador con pésimo gusto aunque resultara provisional. La reacción de los profesionales derivó en una presión social a la que se sumaron muchos ciudadanos en las redes sociales. Tanto es así que el alcalde echó marcha atrás y dentro de unos días el impacto del cambio pasará a ser mínimo utilizando la entrada natural al puerto por la colársega y manteniendo la doble dirección hasta la cuesta de Reynés. En octubre ya se verá. Si Héctor Pons, el alcalde, es una persona sensata, que mide sus palabras, se expresa con claridad y apela al consenso, en esta ocasión, en una cuestión tan sensible para la población en general, se le fue la mano porque ni actuó con excesiva sensatez, ni se explicó como debía, ni consensuó el cambio. Afortunadamente la presión ha provocado una reevaluación de las decisiones adoptadas por los gobernantes y, ahora sí, se ha alcanzado un acuerdo que deja meridianamente satisfechos a todos. Ese pacto solemne anunciado a principios de semana es la mejor noticia para neutralizar el descontento pero lo lógico es que hubiese llegado antes y no después. Como dijo el alcalde “nos faltó trabajo previo”, y es muy edificante que lo reconozca aunque en ese tránsito ya se haya perdido tiempo y dinero.