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No. No busquen el término en la RAE. No lo hallarán. Se trata de un neologismo cuya definición podría ser esta: «Dícese de quien, por gusto, convicción o amenaza anda por el mundo con mascarilla». Desde ayer, y visto que lo del civismo no funciona, ustedes y tú mismo deberéis mudaros en esa especie de ‘zorro’ embozado con tela azul. Pero no usen, para referirse a una conocida, el femenino ‘zorra’ (aunque aludan al mítico personaje de ficción), porque, al hacerlo, darían lugar a malentendidos. Y es que el lenguaje, desgraciadamente, sigue siendo machista. Para un tío, ‘zorro’ es sinónimo de sagaz, inteligente, osado, etc. Sin embargo, para una mujer, la cosa varía y esta se convierte en lo que, antigua y caritativamente, se daba en denominar «señorita que trabaja en bares con lucecitas de colores».

La tipología de los ‘zorros/enmascarillados’ es rica, diversa… A saber:

- El zorro hipocondríaco.- A ese no le basta con la mascarilla. Si de él dependiera iría permanentemente vestido de buzo, pero de los de antes, de esos con escafandra y zapatos de plomo, a lo Tintín’.

- El zorro feliz.- Es el típico feo. La mascarilla le ha abierto infinidad de oportunidades al ocultar la ‘belleza’ de su faz. Incluso, tal vez, logre ligar e invitar a la parienta de turno a cenar. No obstante, el susodicho habrá de mostrar inapetencia y falta absoluta de sed, no sea que al quitarse la telita protectora para tales menesteres se jorobe el invento…

- El enmascarillado tonto de las narices, y nunca tan bien dicho.- Es aquel que usa la mascarilla solo para cubrirse la boca, dejando al descubierto la nariz. Pero, ¡hijito!, ¿te queda alguna neurona?

- El enmascarillado jamesbondiano.- Es el típico chulo de barrio. Como buen imbécil se cree inmortal y cree que eso de la muerte es únicamente cosa de los otros. Se niega a usar la mascarilla y alardea de ello. A ese, pues eso, cien euracos cada cinco minutejos… ¡Faltaría más!

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- El enmascarillado que sutilmente te quiere ver muerto…- Es ese que, con la mascarilla debidamente colocada, te saluda desde la distancia y, al acercarse a ti, a menos de 40 centímetros, va y se la quita. Y tú, ¡natural!, que piensas eso de «¡será cabroncete!». Y es que, en el mundo, hay mucho mal nacido, ¡de verdad!

- El enmascarillado paranoico.- Para el susodicho, la covid-19 no existe, es un invento de las fuerzas ocultas que rigen vuestros destinos y el uso de las mascarillas una falacia para llenar las arcas de oscuros poderes más o menos fácticos. Esos suelen acabar como un tal Bolsonaro.

- El enmascarillado pijo.- «¿Una mascarilla azul? ¡Por fi! O sea: que te juro por Snoopy que yo no me pongo ese trapito aunque me muera… ¡Que hipermegarequeteasco!».

- El enmascararillado que no aprobó la ESO.- El tío anda un poco confundido o falto de información. Las mascarillas no son coderas, sino faciales…

¡País!

Y ahora les dejas. Saldrás a la calle con tu mascarilla bien puesta a la búsqueda de una bella zorra, en el sentido, eso sí, más pudoroso del término…

P.S.- Dejando a un lado el humor, conviene recordar que la situación que vivís es extremadamente seria. Los políticos, con sus sombras y sus luces (¡tiempo habrá para valorarlo!) han hecho ya su parte, ahora toca a la ciudadanía. Si te pones una máscara, puedes salvar la vida de otro y si ese otro hace lo propio, puede salvar la tuya. Se trata de la salud individual, de la de los tuyos, de la colectividad. Como diría Unamuno, solo los pueblos se salvan a sí mismos. Que es tanto como decir los ciudadanos de a pie. Recordad que Superman no existe. Haced un esfuerzo por ser responsables. Y hacedlo, también, por todos aquellos que se la jugaron para salvaros, esos a los que aplaudisteis y ahora parecéis haber olvidado. Como parecéis haber olvidado igualmente los hermosos valores éticos y de solidaridad que medraron durante la cuarentena y que hacían presagiar –por lo visto falsamente- el advenimiento de un mundo mejor. De no hacerlo, ¿qué más habrá de ocurriros para que aprendáis a ser, sencillamente, hombres y mujeres de buena fe?