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Cuando se llevan más de 35 años escribiendo en un mismo medio y de repente, sin previo aviso, se para más de un mes sin publicar una sola letra, desde mi modo de ver los lectores que lo deseen merecen, solo sea, una pequeña explicación: la historia de este acontecer principia en una revisión rutinaria en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid hace siete u ocho años donde se percataron de un aneurisma en la fosa iliaca derecha. Por aquella época tenía 20 mm. Y de exploración en exploración, año tras año, se llegó el mes pasado a 40 mm. El equipo médico decidió operar de inmediato. Así que, sin otros preámbulos, (ni siquiera avisé a conocidos, familiares ni a amigos), al día siguiente de internarme, me operaban. La mañana que siguió a la operación, detectaron que no había pulso en la pierna derecha. Otra vez directo al quirófano. Y así hasta tres veces en cinco días. Total, tres operaciones de aneurisma en la iliaca derecha en 5 días, lo que ya es especialmente complejo y para el intervenido, agotador. Una de las repeticiones se debió a que me contaminó una bacteria. Cuando me fui recuperando de la tercera anestesia, uno de los cirujanos que habían intervenido me preguntó: ¿qué tal está usted José María? Doctor, le garantizo que no tiene usted en todo este enorme hospital a nadie con más motivo para estar muerto que yo.

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Hago dejación de no entretener su valioso tiempo repasando el pentagrama del doloroso trance de ser operado tres veces en 5 días. Déjenme solo añadir que ignoro por completo cómo debe de ser el cielo aunque del infierno ya sé algo, acabo de regresar de allí.

Con lo poco que he contado espero haber dado respuesta a los lectores que me honran leyéndome. Es también verdad que tuve dos agradables sorpresas. Informándose María de lo que podía alargarse el proceso de la cirugía, se acercó a un centro del Corte Inglés y me consiguió dos cantons de queso Coinga semi que obraron para mí la alegría que me da siempre tener un queso Coinga cerca. Entre los que se han preocupado por mi salud, alguien que conoce mis gustos por la pintura me mandaba unas fotografías de los trabajos de Carlos Mascaró, que aprovechando uno de sus viajes, sacó una fotografía de la tumba de Johannes Vermeer sobre la que el ilustre admirador de Vermeer había depositado 5 de sus pinceles. La fidelidad del maestro de Ferreries hacia el pintor holandés de 43 años, es conmovedora a la par que admirable. Para mí no es ningún secreto el buen gusto hacia el Barroco que siente Carlos Mascaró. Por eso, en algunas de sus tablas el pintor exprime sus mejores ciencias dejando notables composi