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Sabemos que el pasado sábado, según el mapa de la Universidad Johns Hopkins, España escaló al primer puesto de Europa occidental en el número de contagios de covid-19, en este ‘segundo pase’ de la pandemia (oleada aún no, según Fernando Simón). Sabemos que la ministra de Educación, Isabel Celaá, quiere abrir los colegios en septiembre sí o sí, aunque eso haga aumentar los positivos por el coronavirus. Y sabemos también que aquí en Balears la Conselleria de Educación apuesta por un regreso a las aulas lo más presencial posible, lo dijo Martí March a principios de junio, cuando se anunció que todos los centros tendrían que elaborar un plan de contingencia de cara al curso 2020-2021.

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Ahora bien, a poco más de un mes para que empiecen las clases no tenemos ni idea de cómo se va a lidiar con la pandemia, que resiste perfectamente el calor y luego se unirá a las gripes y catarros de la temporada otoño-invierno, haciendo de las clases un festival a nivel microscópico. No lo saben muchos padres que tienen hijos en edad escolar y que dudan de si podrán llevarlos a la escuela con cierta normalidad y sin riesgos; de momento empiezan a pensar en pagar matrículas y libros, pero desconocen en la práctica cómo se aplicarán las nuevas medidas de seguridad.

Lo que ha trascendido del instituto Joan Ramis i Ramis de Maó no es tranquilizador: falta personal de limpieza para la desinfección; el refuerzo docente es escaso; unas ratios elevadas de 30 y 35 alumnos por aula; y falta espacio físico para mantener la distancia, ¿cómo se soportarán entonces todas las horas de clase? Hablamos de niños y adolescentes, no es fácil controlar que cumplan los protocolos sanitarios y aguanten la mascarilla, algo que tampoco tienen que vigilar los profesores, esa no es su tarea. Las familias necesitan un plan efectivo y real, para la vuelta a las clases con garantías, y toda la información al respecto. Sin esperar al último momento.