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¿Sabes? Lo he descubierto. Me he dado cuenta de cuál es uno de los principales motivos por el cual se nos llena la isla en verano. Menorca es mágica y se transforma dependiendo lo que cada uno busca para encontrar aquello que necesita. Es, sin que se malinterprete, el destino ideal para casi cualquier persona. De turismo y para vivir, para qué negarlo.

Lo descubrí, como te decía, hace unos días. Mientras invertimos esfuerzos en campañas de marketing con fotografías de playas que no están como lucen ni siquiera en invierno, la realidad es que el encanto reside en la suma de todas sus posibilidades ofreciendo un abanico de alternativas que satisface por igual al que busca sol y playa con mucho encanto, una zona de retiro existencial o un destino de gastronomía top, entre otros. En realidad, yo si pudiera, me iría de vacaciones a Menorca. Aunque no en agosto, claro. Ni en julio.

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No somos pocos los que tenemos amigos en la península que nos aseguran que esperan con mucha ansia el mes de agosto o aquellos quince días al año en los que se escapan a nuestro rincón especial para descubrir lo de siempre una y otra vez, aunque de una forma distinta. No necesitan que le recuerden cómo es la playa de Trebalúger, lo bien que luce un plato de caldereta o lo divertido que es dar la vuelta a la isla en barca. Es ese detalle que nos hace especiales, no solo la variedad de la oferta que tenemos –que es mayor de lo que nos pensamos- sino la capacidad de seguir emocionando a aquellos que vienen y que regresan.

Menorca tiene la habilidad y la capacidad de darle lo que busca a aquel o aquella que lo necesita. Casi siempre, claro. Necesitamos, también, que el que viene lo haga con cierta predisposición y pueda adaptarse al ritmo y al estilo de vida que impera en la Isla. Digamos que nuestro xino xano es una suerte de criba o de selección natural que hace que el que se adapte tenga más opciones de regresar que el que no lo hace que, a los cabreos que trae de casa, suma el enfado de convivir en vacaciones con una carretera que se queda pequeña y torpe, con unos restaurantes que se llenan rápido y con unos parkings de playas a los que le sobran coches. Y, en muchas ocasiones, falta educación y modales.

También sé que hay menorquines a los que nos agobia un poquito agosto, pero la mayoría entendemos que es por el bien de todos, y optamos por recordar que el resto del año nuestra isla nos ofrece a nosotros lo que queremos y, sobre todo, lo que necesitamos. Y así sí que somos la envidia de muchos. Aunque a veces se nos olvide lo afortunados que somos.