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En este tiempo de internautas, selfis y perroflautas, todos vivimos en Internet, la nueva tierra salvaje por civilizar. Aunque físicamente lo hagamos en la ciudad o en el campo, nos pasamos el tiempo en la nube. Eso puede deformar nuestra percepción o, por lo menos, mediatizarla bastante.

A veces, nos creemos importantes, grandes, el ombligo del mundo, casi dioses. Nos hemos vuelto vanidosos y despreciamos aquello que ignoramos. Nos limitamos a las pequeñas cosas próximas, agradables y familiares. Lo local nos llama con su voz suave, cómoda, y ya no queremos saber lo que se esconde más allá del horizonte. Lo conocido es confortable. Lo ajeno o extraño nos da miedo. Nunca se es más fuerte que cuando se acepta la diferencia y se convive con los que no piensan o sienten como nosotros.

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Dos actividades organizadas en La Mola estos días nos sirven de antídoto a un excesivo localismo y nos ayudan a ampliar o enriquecer nuestra mirada. Una observación astronómica con telescopio y la exposición sobre el 500 aniversario de la vuelta al mundo: «El viaje a la Especiería de Magallanes y Elcano». El 20 de septiembre de 1519, cinco naves partieron de Sanlúcar de Barrameda. Aventura, experiencias nuevas, peligros, conquistas… y al final, volver al mismo sitio. Pero ya nada es igual.

A 1.200 millones de kilómetros encontraremos a Saturno que, según la mitología, devora a sus hijos. Ser vanidoso y estúpido parecen la misma cosa.