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El barco, sin rumbo, se deja arrastrar por un mar bestialmente embravecido hacia el epicentro de un brutal tornado. Mientras, el capitán, ajeno a la inminente debacle, se pregunta si habrá en el mundo alguien más hermoso que él: «¡Espejito, espejito, dile a Pedrito, si hay alguien más bello en cualquier otro barquito!» Y parte de la tripulación, timorata, exenta ya de esencia, historia y dignidad, reunida alrededor del líder, juntita, muy juntita y, curiosamente, al completo, sin mascarilla, entona al unísono un confortable «nadie, mi señor.» No obstante, el grumete Pepe Grillo, irrespetuoso, inoportuno siempre, quiebra la magia del momento con una pregunta incómoda:

- ¿Qué hacemos, jefe, que la cosa pinta chunga?

A lo que «el cap» responde:

- Hay que saber delegar. Que cada uno se las apañe como pueda… Tenemos que descentralizar, Pepe, este barco no es monolítico, sino más bien una «nave» de «naves»…

- Pero…

- No olvides, grumete Grillo, que estoy perfectamente legitimado para ocupar el cargo que ostento: cinco enanitos (por minoritarios) lo hicieron posible y dan, de ello, fe: «Unidas Pudimos»; «Más/Menos/País/O lo que sea ya esto»; «N.C.»; «BNG (Bienvenida Nuestra Ganancia)» y «Tururú también existe, para que te enteres»…

- ¿Y el sexto y el séptimo enanitos?

- ¿No has oído nunca aquello de que el silencio (léase abstención) es elocuente?

- ¿Y las cartas de navegación?

- No las necesito… Me basto yo solo…

- Es que, «capi», hay gente que quiere apearse y una parte importante de la tripulación comienza a estar seriamente cabreada…

- ¿Osan retarme?

- Sí, capitán. Uno de vuestros casi afines se pasa la jornada observando -¡extraña cosa!- un porcentaje… Un 47 %... Según parece la cifra no le satisface… Hoy le ha dado por mirársela con lupa, en la esperanza de que haya engordado… Sin embargo, no parece muy contento con el invento… Y, sin embargo, capitán, se empecina en que habla en nombre de toda un nave, otra nave, distinta a ésta… ¡Pardiez!

- No has de preocuparte, Grillo, que para tales demandas únicamente se requiere los plazos alargar, las mesas augurar y las convocatorias demorar… ¡Has de confiar en mayor medida en quien, omnipresente, omnisciente y omnipotente sujeta el timón!

- ¿Y del descontento?

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- ¡Ponte contento! Tenemos controlados a los juglares para que diviertan al personal…

- ¿Y el tornado?

- Nos rescatarán y excusa darán para las tuercas a la tripulación poder apretar…

- ¡Capitán!

- ¿El segundo de a bordo vigila?

- No lo dudéis… Vigila, controla e impone jarabes que, curiosamente, a él no apetecen… Pero es bien sabido que no es lo mismo predicar que dar trigo; dar que recibir; golpear que ser golpeado… Por otra parte sería ridículo exigir a un pirata coherencia…

- Ahora ya hablas con propiedad. Y es que mi omnipresencia ilumina…

- ¿Y los opositores?

- Desnortados y noqueados…

El mar se encabrita todavía más. Los marineros claman soluciones: los/las lugartenientes/lugartenientas organizan ruedas informativas. Ruedas de largos e interminables discursos con los que enmascarar o enmascarillar su dolce far niente e ineptitud. «Tenemos un comité de expertos marinos –comenta una- que, ininterrumpidamente, nos asesoran sobre cómo obviar el naufragio. ¡Tranquilos! El capitán y sus adláteres trabajan incesantemente para establecer unas medidas que, en la medida de lo posible, puedan ser consensuadas según consejo dado por un especialista en circunstancias similares a las que estamos viviendo en la seguridad de que...»

- ¿Komor? –inquiere un atrevido Chiquitín-. ¿Me lo podría repetir?

- ¡Hombre al agua! –grita uno-.

- ¡Nos hundimos! –vocifera otro-.

-¡La nave se ha quebrado en dos!

Pedrito, el «capi», mira, asombrado, anonadado, el panorama. Sin embargo, se tranquiliza al comprobar como su espejito sigue intacto, ese espejito mágico que sigue diciéndole que «pa chulo, él»…