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El pobre mira el calendario. Para él no es lo mismo un 25 que un 26. O un 24. ¿Cobraré? El rico –de izquierdas o de derechas, que, en palabras de Manrique, «allegados son iguales»- no sabe con frecuencia en qué día vive. Porque va sobrado. El pobre mira su despensa: unos garbanzos, un kiwi -¡a ver si se me pasa eso del estreñimiento!-, unas latas de sardina o de atún, que va carísimo y… ¿Me indultarán si robo un precocinado? ¿O un poco de leche? Probablemente, no. Ahora bien, si usted se muda en independentista, delo por seguro. Y si para ello es preciso cambiar toda una legislación, pues «¡hágase!» que suena a aquello tan venezolano del «¡Exprópiese!» Porque para quien se agarra a una poltrona y a su incontrolable egocentrismo, eso es una minucia. ¿Y la ética? De eso ni se habla, por molesta…
El pobre vive solo y si le da un patatús, con suerte, alcanzará la puerta. Pero puede que una patrulla, enterada, no llegue a tiempo para auxiliarle porque la han obligado a ocuparse en otros menesteres, como el de proteger a la nueva casta, a los que hicieron, de la miseria ajena, ganancia…

Saldrá frustrado, cada día, probablemente, de su casa, mientras no vuelvan a confinarle. En tal caso, ahí se quedará, quietecito, aguardando, con miedo en el cuerpo, la llamada de un 061 desbordado y heroico... Mientras, escuchará una vez más por televisión a una señora ministra, parloteando, esa que lo tendrá más fácil si le pilla –como ya le sucedió- el bichejo… Porque, en ese caso, se irá a la denostada privada, que para eso cobra lo que cobra… Andará, usted, sí, cansino, por las calles de su barriada, buscando desesperadamente, a un vendedor de la «ONCE», para que le dé suerte, para que el 25 o el 26 sean parejos a un 14 o a un 11. Llegará, o no, de regreso, finalmente, a su pisito de alquiler. «Si me toca- se dirá- me pediré, en el futuro, un taxi. Y a la puñeta la ciática y el bastón» Un euro cincuenta, lo que vale el boleto, a la postre, no lo sacarán de pobre…

El pobre siempre pierde, sí... Y si tiene un conflicto judicial, tenga o no razón, la habrá jodido, porque ya no cuela el conocido paripé de que todos somos iguales ante la ley. ¿Podrá pagar un abogado…? ¿Mantener los gastos judiciales durante un mes o más de uno? ¿Ganará? Él no, pero sí su oponente oriundo, aunque el pobre ya mentado circule con su verdad inequívoca bajo el brazo…

Y su hijo ahí, esperando su ERTE o un milagro… ¿Caritas? ¿Cruz Roja? ¿Comedores sociales?

Y esa próstata, igualmente presente, que le molesta cada día mientras espera una prueba de marras...

¿Qué día es hoy? ¿23? Y usted/él/tantos, con tres euros… Ni para un café con tostada, ¡oiga!

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Supongamos que llegue. A su casa. Supongamos que encienda el televisor.

Supongamos que vea a un futbolista, a una prostituta de lujo, a una tertuliana, supongamos que aguante a tanta gentuza y supongamos, que, luego, por una de esas casualidades, se le informe de lo que cobran… ¿Qué percibe, en las antípodas, un cirujano, un médico de familia, la enfermera exhausta? ¿Qué cobra su vecino pensionista?

Supongamos que le dé -¡Uf!- por pensar…

El pobre seguirá mirando cuántos botes de garbanzos le quedan…

Al pobre, incluso, le robarán hasta la verdad... Nadie le dirá que lo de la Puerta del Sol tuvo buena intención, pero que la jorobaron cuando el 15-M se institucionalizó...
¿Izquierdas y derechas? ¿Quién le habló de esa milonga? Porque hasta eso le harán creer a estas alturas de la película. Como en tantas y tantas mentiras que nos hemos tragado, obviando nuestra capacidad crítica... Para regocijo de trescientos cincuenta hombres y mujeres que, según dicen, nos representan y velan por nuestros intereses...

¡Déjelo! No reflexione más. Porque ya lo hacen otros por usted. No vaya a ser que incluso le roben la poca tranquilidad que le queda... Han convertido la cosa pública en un lodazal y los programas políticos, las buenas intenciones y las ideologías en un mero pronombre en primera persona...

¡Qué triste, de verdad! Y desolador... Pero, ¡ánimo!, que es, ya, día 25…