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Guardo «Es Diari» del miércoles de la semana pasada, me parecieron muy interesantes dos informaciones: la primera en portada y titular: el cultivo de marihuana se dispara, y los jóvenes lo consumen por barato. Y la segunda, en sociedad: siete de cada diez adolescentes consumen contenidos sexuales de forma habitual.

Me hizo pensar en mi adolescencia, y en lo que mis padres me enseñaron. Por ejemplo mi madre me soltó «si te quedas embarazada no entras por esta puerta». Me pongo en su lugar, y lo puedo entender en esos momentos (poca información, de repente una hija adolescente, cómo hablo de sexo con ella), aunque no fue lo más pedagógico. Sobre drogas no me hablaba. El que sí lo hacía era mi padre, me hablaba de que tenía un amigo que murió de heroína, en la época en que esta droga provocó una masacre, y que él nunca lo probó, ni los porros. Y me decía que por favor no lo hiciera. Nunca he probado la droga. Siempre me decía que una persona tiene personalidad cuando dice ‘No’. Me preparaba situaciones reales, «un día te vendrá alguien y te dirá que eres una gallina si no lo pruebas, que si solo una calada, que si esto es solo esnifar».

Sobre el sexo, mi padre siempre me decía que era interesante conocer gente antes que tomar decisiones más íntimas. Pero la verdad es que ninguno de los dos tenía una formación o educación sexual o sobre drogas para hablarnos con claridad.

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Recuerdo que me apuntaron a una clase de sexualidad en el colegio Domus de Godella (Valencia) al que iba. Y lo impartía una señora que tenía calores menopáusicos, y cada cierto tiempo tenía que salir del aula para airearse. La clase estaba abarrotada. Todos los padres de mi década (los 80) consideraron que mejor una maestra nos hablara de sexo, abriendo un libro sobre la reproducción, para llegar al momento preservativo. No fue muy aclaratorio, pero ya se abría una puerta para hablar de sexo con cierta naturalidad.

A mis hijos les hablo adecuándolo a su edad. ¿Y eso cómo se hace? Pues a veces mi hija de 6 años me dice «y los bebés están en la barriga». Le digo «que sí». Y me pregunta «y cómo se hacen». Y le contesto «cuando una persona quiere a otra, se aman, hay compromiso, se respetan». Les digo, de vez en cuando, que hay sustancias adictivas que es mejor decir «No». Tal cual me decía mi padre.

También les recordamos que mamá y papá son las personas idóneas para hablar de cualquier cosa, dudas, o problemas. Aún no entro en detalles porque son pequeños, pero a medida que ellos vayan cumpliendo años, subiré el nivel de conocimiento. Y esa historia que en un principio es básica, irá adquiriendo cuerpo con el tiempo, y ellos irán encajando piezas. Y así, no te ves con ellos en edad adolescente preguntándote: ¿por dónde empiezo? De esta manera lo toman como una evolución normal.