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Mi nombre está relacionado con el vino. Según la mitología griega, Ariadna traicionada por Teseo -ya se podía haber comido la madeja de hilo y tener al minotauro de mascota-, tuvo la dicha de estar en la isla de Naxos donde conoció a Dionisio o Baco (para la mitología romana), el dios del vino y se enamoraron, tan perdidamente que tuvieron varios hijos. Fruto de la casualidad o no, me llamo Ariadna y estoy en una isla que cuenta con 7 bodegas de vino: Bodegas Binitord; Finca Sa Marjaleta; Hort de Sant Patrici; Bodegas Menorquinas; Sa Forana; Bodegas Binifadet; Vinya Sa Cudia. Y en un país de cultura del vino, siendo grandes productores. A mi pareja le gusta el vino, como a mi grupo de amigos más cercano. Mis padres me educaron en la cultura del vino, sobre todo mi padre. A quien agradezco, por muchas razones. El vino como tal es un zumo de uva fermentada que se transforma en un alcohol y después intervienen otro factores que lo hacen especial, y único su elaboración.

Mi padre me enseñó del vino sus beneficios -hasta un médico te lo puede recetar-, pero también que si lo bebía sin control y con pérdida de valores mejor que no lo bebiera. Es decir, el vino es una bebida para compartir contigo misma/-o, o con buenas amistades. En un estado normal donde degustarlo solo o acompañado de una tapa. Que si bebés y sabes que has de coger el coche, mejor un taxi. Es saber dónde está el límite. Que si tu estado de ánimo está eufórico o decaído mejor no tomar. El vino hay que degustarlo no beberlo, hay que saborearlo con gusto y con retrogusto, hay que olerlo, hay que ver cómo cae la lágrima para definir el cuerpo si es untuoso o no, si tiene más alcohol o menos.

Desde que tengo uso de razón siempre he estado rodeada de alcohol. Cuando era pequeña había cierta ‘gracia’ en las familias de sumergir el chupete en la copa de champán por navidades. O utilizar la yema de un dedo y mancharla de vino, y a la boca del niño o la niña.

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Narro esto porque no soy la única que ha nacido rodeada de alcohol: celebraciones, comidas diarias, siempre está presente hasta en ciertas tertulias televisivas, o en la misma conversación de presentador que pregunta a invitado ¿qué es lo que le gusta beber cuando sale por la noche? Hasta en la despensa de una casa hay alcohol. Si vas a una casa de invitado agasajas con un vino.

Lo que hay que hacer es educar en valores, para que el adolescente cuando alternen, sepan cómo hacerlo y de qué manera, cómo y con quién, o quiénes. Y las circunstancias, que son lo más importante. Que valoren la elaboración del mismo, la historia que encierra y cuando saben que hay detrás de una etiqueta quizás no beban por beber, ni a destajo, ni mezclando.

Seamos una sociedad de ojos abiertos, y sinceros. Entrenemos a nuestros hijos en el presente, que es su futuro para evitar males mayores.