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Hace poco más de una semana que recibió las llaves de su nuevo hogar. Él es uno de los cuatro beneficiarios de uno de los pisos de protección oficial que el Ibavi entregó recientemente en Sant Lluís. El nombre de este hombre, con minusvalía reconocida que le impide la movilidad si no es en una silla de ruedas, es Álvaro, y empieza una nueva etapa año y medio después de que su historia saltara a las páginas de este diario para pedir una casa sin barreras arquitectónicas en su interior. Un piso adaptado a un precio asequible, que pudiera pagar con su pensión de invalidez, para dejar de luchar contra escalones o tener que deslizarse desde una silla a una bañera que, en sus condiciones, era como un abismo.

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Su vida se había torcido al sufrir un terrible accidente de moto cuando era joven, con 24 años perdió una pierna, y ahora solo quería vivir con la mayor independencia posible en ese piso soñado. En abril de 2019 su llamada a los servicios sociales del municipio era un grito desesperado que chocaba contra el muro de la burocracia; pero finalmente ha tenido respuesta. Es justo reconocer que la denuncia surtió efecto, que al menos sirvió para poner el foco en su situación, y que tanto el Ayuntamiento como el instituto del Govern han cumplido su parte. El resto como siempre lo ha hecho la gente, esa red de amigos e incluso desconocidos que han aportado, solidariamente y contactando a través de las redes sociales, mobiliario y otros enseres para esa vivienda. Álvaro es la persona detrás de los números, conviene siempre poner cara y ojos, nombre, detalles a las circunstancias que le han llevado a alguien a una situación, para no quedarse insensible ante la estadística. Y eso en un lugar como Menorca no es difícil. Él ahora está entre los elegidos que han logrado un piso, cuatro entre cien solicitudes para entrar en esta pequeña promoción. La construcción de vivienda social avanza lento, pero el Ibavi anuncia 91 pisos en marcha este 2020. Otras familias e historias esperan.