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El médico Romà Julià Masip (Barcelona, 1956) ha provocado un incendio de grado 3 en el hospital Mateu Orfila que propaga con gran rapidez, cuestiona su autoridad y amenaza con transformarse en un boomerang que ocasionará su propio cese.

En el momento más inoportuno abre una crisis sin precedentes con el cese de Ramón Fernández-Cid Bouza como jefe del servicio de Medicina Interna y responsable de la Unidad de Cuidados Intensivos. Una medida unilateral, que aún no ha sido explicada ni argumentada, y que ocasiona un enorme rechazo, protestas y movilizaciones. El doctor Julià pone de manifiesto su falta de empatía con quienes han trabajado -durante muchas semanas sin medios ni recursos- para responder con su esfuerzo personal y vocación profesional al impacto de la pandemia en la primera línea y las trincheras de las habitaciones hospitalarias y en la UCI.

Julià Masip, que ha generado una grave desafección y desmotivación entre quienes forman el corazón del ‘Mateu Orfila’, ha de releer con atención los principios hipocráticos y, después, explicar muchas cosas a los menorquines. En primer lugar, por qué y cuándo decide destituir al doctor Fernández-Cid, ¿por qué persiste en su empecinamiento a pesar de conocer la oposición frontal del equipo de la UCI al relevo de su responsable?, ¿a qué responde tanta tozudez? Al grano, ¿será la directora médica del hospital, Tamara Contreras, quien ocupará finalmente la forzada vacante tras un cese que no se entiende ni se explica? Muchos más interrogantes sobre la mesa: ¿en qué consiste el ‘nuevo modelo asistencial’ que nos anuncia aplicará en cuidados intensivos? Al afirmar que es un modelo «basado en la participación de todos los profesionales que trabajan en esta unidad» nos dice que hasta ahora no existía esta participación y expresa su discrepancias y desconfianza con estos internistas, enfermeras, auxiliares, anestesistas y otros especialistas.

Quien ha de pacificar y gestionar con serenidad y eficacia la sanidad pública menorquina se ha convertido en un pirómano que no calculó la dimensión de la protesta. Tampoco las reacciones en cadena que está propiciando con los escritos dirigidos a la consellera de Salud, Patricia Gómez, y al gerente del IB-Salut, Juli Fuster, que acabarán motivando debates en el Consell y el Parlament para pedir explicaciones a la consellera Gómez, a Fuster y al gobierno del Consell insular para averiguar si apoyan sus maneras, sus decisiones y unos planes que hoy nadie aún conoce. ¿O esperaba que podía actuar desde la impunidad y sin críticas?

Romà Julià había veraneado en Menorca desde hace treinta años. Aquí aprendió a navegar y adquirió una segunda residencia. Tras una etapa (2007-2018) en la dirección y gerencia del hospital Sant Celoni y el hospital Dexeus quiso volver a ejercer como médico y escogió la Isla.

En 2018 se incorporó al área de Urgencias del Mateu Orfila, pero en septiembre del año pasado salió de la consulta para regresar a la gestión. Relevó a Antoni Gómez Arbona en la gerencia del IB-Salut en Menorca. Arrancaba la ‘etapa Julià’ en el hospital. El doctor Julià tenía la oportunidad de demostrar su profesionalidad, buen hacer y capacidad de trabajo en equipo ante una crisis sanitaria de magnitud extraordinaria como es la pandemia del coronavirus. Pero no ha sabido navegar y ha creado crispación y enfrentamientos. El incendio se sigue propagando.