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Por estar muy conectado a lo telúrico y faunístico, creo poder decir que he visto animales que pocos menorquines han visto y por ende en zonas paisajísticas increíbles aunque también las más inhóspitas porque de todo hemos tenido.

Cuando llegan los días de un otoño invernizo o ya de un invierno que presenta descarado sus intenciones más duras del año, no queda otra que encender la chimenea con cuatro troncas de olivo o de encina, servirme una copa de orujo con miel o un Cardenal Mendoza o un Larios 1800 o en Armagnac, licor que suele regalarme mi hija Arantxa, y poner en la tele un pen drive con horas de grabaciones de mis queridos viajes por África para visualizar una vez más mis añorados safaris; vivencias que las imágenes gracias a la técnica retornan a mis retinas como si lo que ya pasó me estuviera pasando de nuevo… ¿será cosa de la nostalgia?, o esa capacidad de creer que estoy manipulando el tiempo de los verbos.

Hoy, día 24 de noviembre, El País trae un artículo que firma Esther Sánchez y ha sido como recordar mis años por el Parque Nacional del coto de Doñana, buscando por encima de jabalíes, águilas reales o meloncillos, esa joya felina del Linx pardinus, el lince ibérico al que solo he logrado ver en tres ocasiones. El primero fue tan fugaz que, para que ustedes me entiendan, siempre lo he calificado como una exhalación. Apenas logré verle. Del último de los tres sí que conseguí sacarle una docena de fotografías. Tenía el aire a mi favor y me encontraba dentro de una mata lentisquera junto a unos jaguazos.

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Efectivamente, como bien señala Esther Sánchez, la coexistencia entre las distintas poblaciones de linces es fundamental para evitar la peligrosa endogamia ya que de la pobreza genética sobreviene la criptorquidia o la epilepsia. La autora del artículo Corredores para liberar al lince da una cifra muy esperanzadora entre 8 poblaciones con un total de 855 ejemplares. Personalmente me parecen muchos sobre todo pensando que cuando yo empecé a visitar Doñana durante 15 días al año, 17 años prácticamente seguidos, Doñana no contaba con más allá de 40 linces, posiblemente menos. De aquellos años en un trabajo de campo a pie de obra le pregunté al personal del acebuche, en mala hora: ¿qué valía cada lince?, ¿qué costaba mantener viva aquella población residual de linces? No les gustó nada mi curiosidad. Lo entendí cuando sabía que a costa del lince había un personal que tenía un trabajo posiblemente bien remunerado cuando, curiosamente, no muy lejos de esa época, quedaba el hecho de que se comían en la cocina onubense al lince con tomate y que autoridades sin visión de futuro y posiblemente con otras quiebras pagaban buenos dineros al alimañero o pseudo cazador que le presentaba una piel de lince. Sin embargo ahora, como dejo recogido en mi libro Simamahapa, se han invertido 70 millones de euros procedentes de los fondos LIFE europeos, sin contar las aportaciones de la junta andaluza y gobierno central. Tan solo en los dos puentes que cruzan las carreteras de Matalascañas a Mazagón o Villamanrique, Hinojos y Almonte se han invertido millones, con la más que peregrina idea de que a un felino tan esquivo se le ocurra tomar esos puentes para hacer sus desplazamientos en busca de hembras receptivas o tras la población de conejos para tener de que alimentarse, cosa que evidentemente los linces no hacen, porque ¿en qué cabeza cabe que al gran gato ibérico le de por cruzar un puente cuando por debajo circulan coches a toda pastilla? Ahora estamos en un nuevo programa europeo en Life Lynx Connect, que ha invertido 18,7 millones de euros.

Más adelante, en su artículo, la autora señala que en el proyecto europeo anterior hubo un gran número de atropellos, por fecharlo cronológicamente entre 2002 y 2018 mueren atropellados 118 individuos. En el año 2019 perdieron la vida 35 linces por atropello. En mi obra Simamahapa dejé anotados 163 víctimas, es decir, 10 más que la autora del artículo que estoy comentando. Entre sus datos y los míos hay una discrepancia de 10 ejemplares.

El lince ibérico necesita una política efectiva en la reintroducción del conejo si se quiere tener una población de felinos abundante y sana. Mientras los responsables no comprendan que la población de lagomorfos es la clave de la recuperación del lince, y mientras esto no suceda este no acabará de afianzar su precaria demografía.