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En el Hospital Mateu Orfila las brasas del conflicto siguen quemando y sería muy conveniente apagarlas de forma definitiva. No por espíritu navideño, sino en beneficio de los pacientes y de todos los profesionales de nuestro hospital, los que han expresado su protesta y los que se han callado sus discrepancias.

El cierre del conflicto debería gestionarse. Ha sido tan incomprensiblemente impactante el enfrentamiento, que éste y sus consecuencias son mucho más importantes que el caso que lo provocó.

Me da la impresión que la mayoría de profesionales están por pacificar la situación. Son los que piensan que todo ha sido excesivo, aunque no esté todo cerrado.

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La directora médica, la única que ha mantenido un persistente silencio, tiene todo el derecho a presentar una denuncia ante el Colegio de Médicos por los insultos que recibió. Quizás sea merecedora de algunas críticas, pero no de las injurias públicas en las redes sociales. Enfriar la tensión pasa por estas disculpas imprescindibles.

El gerente tiene la responsabilidad de tomar las decisiones necesarias para mejorar el funcionamiento del hospital y nombrar a los jefes de servicio de su confianza. Quizás no desveló los motivos del cese frustrado del jefe de la UCI por una decisión honesta de no perjudicar a este profesional o puede que recibiera instrucciones para actuar así. De todas formas, si no podía mantener la destitución debía haber desistido antes y si la consideraba suficientemente importante, pese a la presión, no debió recular. Su posición directiva se ha debilitado. ¿Puede ser el gestor de la pacificación? ¿Hasta qué punto la crisis le dificultará la toma de decisiones?

El hospital es demasiado importante para que un conflicto interno perjudique la calidad del servicio a los menorquines. El clima laboral es un ingrediente de esta calidad. Por eso, más que celebrar la victoria habría que buscar el acuerdo. El hospital no está en la UCI pero tiene una patología que hay que tratar.