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Es un disparate. Alguien lo tenía que decir, entre tantos que lo pensamos, y lo digo. La última idea de abrir las cenas y comidas de Navidad a «allegados» es lo mismo que invitar a que traigas a quien te dé la gana. Que a ver, entre tú y yo, es lo que ibas a hacer de todos modos, pasarte por el forro de los cordones lo de mezclar grupos en estas fiestas. El cuerpo te pide jarana y tú se lo vas a dar, como recompensa, ¿o no?

Lo que queda feo es que salga el Gobierno a extender la posibilidad de juntarte con más gente pasando del núcleo familiar a «allegados». Es una decisión tan estúpida y con tanto hedor a improvisación –otra más- que solo falta que en los próximos días salga alguien a decir que no, que lo de los «allegados» era una medida propuesta por el comité de expertos que se formó para gestionar la pandemia. Sí, aquel que ni existe ni nunca ha existido, y que durante meses nos aseguraron que iban a controlar la situación para hacerlo bien.

Porque un «allegado» es, según la Real Academia de la Lengua Española –esa que se están empeñando en maltratar- un adjetivo «cercano o próximo en el espacio o en el tiempo». También es, «Dicho de una persona: Cercana a otra en parentesco, amistad, trato o confianza». Y si le añadimos los usos que se da en algunos países de Sudamérica, «Que vive transitoriamente en casa ajena, por lo común sin ser pariente del dueño». O sea, cualquiera.

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A veces es mejor cerrar la boca y parecer que eres tonto, o tonta, que abrirla y confirmarlo. Y menuda racha llevamos. De hecho, creo que vamos camino del lograr el récord de tontos por cien.

Visto el nivel no me extraña que algunas comunidades hayan renegado de los «allegados» por ser «un concepto ambiguo», además de una chorrada. Han buscado un palabro para evitarse el ridículo de especificar si tu novio o novia puede ir a cenar con los abuelos. Lo correcto sería que no pero como saben que te vas a enfadar y, además, harás lo que te salga del dedo, pues habrán pensando que mejor soltar esto y el personal, en lugar de mosquearse, se ríe.

De todas formas, estoy expectante para ver cómo resuelven lo de los Reyes Magos y de Papa Noel. Porque si con el toque de queda ya lo van a tener complicado, ahora todavía más cuando alguna mente pensante caiga en el hecho de que vamos a meter a desconocidos en nuestras casas, viniendo de otras casas y tocando muchos regalos. Este año, en lugar de dejarles galletas, yo creo que tendríamos que poner gel hidroalcohólico y mascarilla. Y esperarles en la puerta de casa exigiendo una prueba negativa para poder entrar.

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