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La semana pasada se dio por concluida una de las obras más importantes en infraestructura sanitaria para Menorca, la esperada reforma exterior de la antigua Residencia, el hospital Verge del Toro, que debe convertirse en centro de atención a pacientes crónicos y largas convalecencias. El profundo lifting, como lo llamó el arquitecto director del proyecto, al que se ha sometido el viejo edificio, es impresionante. Después de años de decadencia, desde que en 2007 se inauguró el Hospital Mateu Orfila, la verdad es que el trabajo realizado es magnífico, la estructura rehabilitada ha hecho resurgir el impresionante edificio sobre el puerto, gracias a una enorme inversión de 2,4 millones de euros.

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Pero ahora hay que sentarse a esperar, porque la reforma interior no se acometerá hasta finales de 2021, y eso si todo va bien, porque ya se sabe que en las obras públicas, por más que sean golosas para cortar cintas e inaugurarlas cuando se acercan unas elecciones –¿o es esa la razón de esta planificación?–, los plazos suelen alargarse y los proyectos incumplen fechas una detrás de otra. Si a esa previsión de iniciar las obras a finales de 2021 se añade lo complejas que son, ya que requieren otros dos años más, el resultado es que el nuevo hospital no estará acabado hasta finales de 2023.

El equipo de Casa Solo avanzó que el proyecto de reforma interior, siguiendo el plan de usos para el centro sociosanitario, ya está entregado a la Conselleria de Salud, pero ahora comienza el camino de la licitación de la obra y el no menos peliagudo tema, en tiempos de crisis covid, de habilitarle partida millonaria en los presupuestos. Los plazos deberían acortarse, no solo porque la reluciente obra ahora terminada acusará el ineludible paso del tiempo, sino también por el riesgo de que vuelvan a existir problemas de vandalismo. La vigilancia deberá ser extrema para que la obra hecha y el dinero invertido no se echen a perder. Tres años entre una fase y la siguiente son demasiado.