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Estamos a las puertas de la Navidad, o dicho en plural, las Navidades. En estos días las noches son largas, no ya por el solsticio de invierno, que es el día del año en que el sol sale más tarde y se pone más pronto y que para nosotros es hoy, 21 de diciembre, sino por las celebraciones en familia o con los amigos. Por eso he buscado un refrán africano que nos recuerda que «por muy larga que sea la noche, el amanecer llegará» Y es que estamos viviendo una crisis mundial por culpa del Coronavirus que incluso nos coarta la libertad de salir de noche o de reunirnos con los amigos. Eso se llama crisis. Vivimos una profunda crisis económica que no nos alegra la vida, porque ya se sabe que qui no té doblers fa mala carota, y tampoco nos permite fantasear con la Navidad pese a los anuncios de amor y maravilla, pese a los belenes artesanales y a los árboles engalanados, las luces parpadeantes, la paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Para algunos, no poder salir a celebrarlo comporta una profunda tristeza. Dicen que el hombre es sociable por naturaleza y necesita relacionarse con sus semejantes. Y debe ser verdad, porque con las restricciones surge otro tipo de crisis, la crisis sicológica que yo creo que nos empuja hacia la calle por la misma ansia de contacto y de intercambio con la gente, que nos hace ser menos cautelosos de lo que quisiéramos y a lo mejor el virus no sólo lo sabe sino que cuenta con ello para propagarse.

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Qué hacer cuando el desánimo hace mella en nosotros. Unos dicen que tenemos que educar el subconsciente, repetirle infinitas veces mensajes positivos. Aseguran que el subconsciente se lo cree todo, de modo que tenemos que darle afirmaciones optimistas, aunque no por supuesto descabelladas. Tenemos que darle estímulos positivos, entre los que se cuenta el deseo de lograr algo bueno, la fe en uno mismo, el amor, la esperanza. Por el contrario, tenemos que evitar estímulos negativos como el miedo, los celos, el odio, la venganza, la superstición, la ira… Dicen que es importante sentir amor por la humanidad, y la Navidad es la época del amor; dejar de lado la envidia, el egoísmo, el cinismo, creer en uno mismo y también en los demás. Muy importante también es cerrar la puerta a las preocupaciones excesivas que nos anulan, confiar en que cuando una puerta se nos cierra, se nos abre una ventana, que cada fracaso lleva consigo la posibilidad de una próxima ventaja equivalente y que los vencedores nunca se rinden.