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Estoy esperando una visita y cuando descuelgo el auricular del portero automático y pregunto quién es me dice: «Ole». Lo primero que se me ocurre pensar es si debería ser «Ole» o bien «Olé». El diccionario me aclara que «Olé» es una interjección que se usa para animar y aplaudir. Busco más información y me entero de que en Argentina «Olé» es usado como aliento a los equipos de fútbol, mientras que «Ole» es usado como burla. Me entero también de que entre los extranjeros «Olé» se identifica tópicamente con la cultura española como una interjección usada en el flamenco y la tauromaquia. Puesto que no soy futbolista ni torero ni cantaor flamenco, y dado que la persona que me visita ha dicho «Ole», acentuando la primera sílaba, debería deducir que se ha burlado de mí. Pero estoy seguro de que no es así, nada más lejos de su intención. Lo que pasa es que ha usado esa palabra sin fijarse en su significado, casi por deformación, al buen tuntún, como repetimos tantas palabras que conforman una jerga cotidiana, palabras como «montón», «mogollón», «nivel», «mola», etc. Decimos: «Me gusta un montón» --¿un montón de qué? ¿De mierda? Decimos: «El Coronavirus ataca a nivel mundial» --como si el mundo fuera un depósito de agua y pudiera subir de nivel. Etc.

Pero el saludo de mi visitante me ha dejado perplejo. Por lo visto la interjección «Olé» también se usa en Portugal, pero, ¿y en los otros países del mundo? ¿Cómo nos ven en el resto del mundo? ¿Saben por un casual que aquí hablamos cuatro lenguas por lo menos? ¿Son capaces de distinguir entre un castellano, un andaluz, un gallego, un vasco o un catalán? Yo no lo creo, porque, ¿sabríamos nosotros acaso situar en el mapa los diferentes estados que conforman los EEUU? Nosotros creemos que los americanos son gente que habla alto y pisa fuerte. ¿Creen ellos acaso que todos nosotros somos matadores de toros? Esto es lo que le dijeron ciertas inglesitas a un amigo mío en los años sesenta, cuando dijo que era «matador». «¿De toros?» le dijeron. Y él repuso: «No, de serdos». Porque entonces los cerdos todavía se mataban a mano. Busco encuestas sobre lo que los extranjeros piensan de España y me sorprende que crean que aquí siempre es verano, que somos bajitos y morenos, que estamos todo el día de fiesta, que comemos paella y bebemos sangría, que bailamos flamenco y hablamos mal el inglés, que nos saltamos todas las normas –en Noruega «hacer el español» significa «hacer trampas»--; en fin, que todos somos corruptos.