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De un tiempo a esta parte, el mundo se ha llenado de fascistas. Seres que se empeñan en quebrantar las libertades del resto de humanos porque no les dejan hacer lo que les da la gana, terroristas que coartan la expresión libre del resto de individuos. Los últimos ejemplos los vimos hace unos días en Barcelona.

Estaba un grupo de individuos expresando su rechazo a la condena del rapero opositor a Premio Nobel de la Paz, cuando súbitamente uno de ellos sufrió una agresión sin parangón. Mientras un número importante de energúmenos expresaban su libertad de opinión reventando violentamente mobiliario urbano y comercios, uno de ellos sufrió una brutal agresión por parte de un escaparate que ha recibido la condena unánime de la comunidad de «Seres Encabronados Con El Sistema Con Facilidad Para Convertir Cualquier Protesta En Una Oportunidad Para Asaltar Comercios». La SECESCFPCCPEUOPAC se autodenominan para abreviar.

El muchacho en cuestión estaba disfrutando de su libertad de expresión a golpe de asalto cuando el fascista cristal cortó su libertad con un golpe seco. El chico, consciente de semejante ridículo y sin soltar el botín robado amparándose en su libertad de expresión, optó por abandonar el escenario dejando tras de sí la dignidad, alguna de las pocas neuronas con las que cuenta y un pequeño rastro de serrín, fruto quizás de un principio de derrame cerebral.

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Otro elemento fascista fue una maldita piedra, descendiente de uno de los generales de Franco, aseguran desde La Sexta. La roca, de un tamaño similar al de una caja de zapatos, sesgó la libertad de expresión del individuo que quería lanzarla contra policías. El sujeto en cuestión tomó suficiente carrerilla como para hacer su mejor lanzamiento, tal y como le enseñaron en la Universidad Privada De Follones, Jarana y Manifestaciones, la reconocidísima internacionalmente UPDFJM, pero en el momento de la ejecución, la roca se resistió y avanzó unos pocos metros convirtiéndose en otro de los momentos ridículos de la constitucional manifestación. Es jove va fer llufa.

Al escaparate y a la roca se sumó una papelera que fue atacada por otro salvaje cavernícola que intentó arrancarla con movimientos bruscos pero cargados de libertad de expresión. Tras insistir sin éxito, el idiota en cuestión desistió para seguir manifestando su libertad de expresión contra otro mobiliario urbano, más fácil de doblegar. Las tres ridículas escenas fueron grabadas y viralizadas vía Whatsapp.

Bromas al margen, tanto los antisistema de Barcelona como los chalados antisemitas de Madrid suponen argumentos para preocuparse.

dgelabertpetrus@gmail.com