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He oído que alguien preguntaba a una jovencita: «¿Cómo está tu madre?» Respuesta: «Está mejor, tiene un curro». Entonces me he quedado pasmado. (Hoy la gente diría: «me he quedado a cuadros»). Yo recordaba que mi tío Mario solía decirme: «En Pau diu que té son pare qui és molt curro, cada dia li dona un duro, fixau-vos si està bé». Pero no creo que fuera esa la clase de curro en cuestión: una persona rematadamente generosa, un héroe de nuestra infancia. Pero a lo mejor lo de héroe no estaba tan descaminado. Hubo en los años setenta una serie de televisión que se llamaba «Curro Jiménez», basada en el bandolero andaluz Andrés López, «el barquero de Cantillana», que tuvo que echarse al monte por unos pleitos con la Justicia, convirtiéndose en el bandolero romántico, justo y bondadoso que luchaba contra los franceses durante la Guerra de Independencia Española. Según Joan Coromines el nombre Curro es abreviación de Pacurro, un diminutivo compuesto con Paco y el sufijo –rro. Según el diccionario de la Real Academia un curro es un recinto cerrado a donde se conducen los caballos criados en libertad para marcarlos con hierro. Significativo: criados en libertad y luego marcados con hierro… En Argentina, un curro es un trabajo ocasional que permite ganar dinero sin mucho esfuerzo. Bueno, esto hasta podría tener un significado peyorativo por lo sexual. Pero también en Argentina un curro es un engaño que se realiza a una persona para estafarla. Creo que con todo esto, y con el significado de la palabra «currar» en el diccionario –trabajar-, ya puedo hacerme a la idea de lo que significa «mi madre tiene un curro».

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Mi madre no tiene un Curro Jiménez en la cama, ni siquiera un Pacurro; mi madre no tiene un recinto cerrado para marcar caballos, mi madre no tiene un trabajo ocasional en una esquina cualquiera, mi madre no tiene un padre muy curro que todos los días le da un duro, mi madre tiene, simplemente, un empleo más o menos estable que le permite salir de las estrecheces cotidianas. En el Génesis, Dios dice al hombre: «Te ganarás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás». De ahí se deducen varias cosas; la primera que Adán no daba golpe hasta ese momento, la segunda que era poco sudador (solo sudaba por la frente), la tercera que solo comía pan, la cuarta que le echaba a Eva muchos polvos y la quinta que un Dios más moderno habría dicho, simplemente: «¡Al curro!».