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Comenzamos a bocajarro con una petición queridos lectores, que nadie más diga aquello de que «el roce hace el cariño», lo pido por favor que es como hay que pedir las cosas. Porque en ocasiones lo que hace el roce es una excoriación, lesión en la piel, por tanta fricción continua. Es verdad que al pasar el tiempo con alguien te pueden, o le puedes, coger cariño, pero no es menos cierto que el roce exagerado lo desgasta todo, que se lo digan al interior de mis vaqueros cuando, por lo que sea, se me ponen los muslos más gordos.

La falta de movilidad a la que nos someten ha provocado que lleva más de un año y medio sin ver a mi hermana, dado que ella vive en el mundo de Ayuso, la gran pensadora contemporánea que confunde «libertad» con «dos cañas y una de bravas» y que lleva el clasismo y la falta de empatía por bandera. Así que en dieciocho meses el roce con mi hermana ha sido igual a cero, sin embargo esa distancia obligada no ha hecho otra cosa que aumentar el cariño que nos tenemos y las ganas de abrazarnos disfrutando de nuestra libertad, o en su defecto de un par de buenas cañas y unas bravas de las que pican de verdad.

Desde la capital de un reino que algún día, por qué no, será república, me llegó hace unos días el roce en la distancia de un buen amigo. Rafa Ordóñez, escritor infantil con docenas de cuentos publicados, me envió su último libro dedicado, y no solo lo hizo a mi persona, sino que lo hizo extensivo a todos los menorquines, así en su cuento «La maldición de la momia» (publicado por ediciones Mensajero) Rafa escribió: «Para Cabi (que es como me llaman los que sufren mi exceso de roce), compañero de fantasía, y todos los encantadores menorquines». No me digan que no es bonito, pero que a nadie le suba todavía el azúcar, donde Rafa pone «compañero de fantasía» quiere decir, «amigo con el que me ventilaba las deliciosas cervezas Graham Pearce de Sant Climent».

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Cierto es que Rafa ha veraneado muchos años en mi casa, y en esos años ha conocido a fondo la isla y a sus gentes, pero evidentemente no a todas las 96.500 almas, aproximadamente, que la habitamos. Aun así él lo hace extensivo a toda Menorca, supongo que es para justificar ante nosotros la manía que tiene con rebautizar algunos de los rincones más bellos de los que nosotros podemos disfrutar todo el año. Así a Calesfonts, él le llama «el puerto griego», a Cala Rafalet «Rafaelito», no intenten descifrar sus conexiones neuronales, yo le quiero y ya está, porque es mi amigo y lo que es aún más importante, porque es del Atleti. Así que le dejo que llame a los sitios como a él le dé la gana, y a cambio él nos tiene presentes en sus libros. Si eso no es un «win- win» como dicen los horteras gurús de los negocios, yo ya no sé.

La momia de la que habla Rafa en su libro se llama Mokhete, sobrino del faraón Atchís IV, y les aseguro que es más salada y da más buen rollete que las momias -intelectuales- contemporáneas que tenemos que soportar todos los días pululando por nuestra vida pública. A las momias antiguas las embalsamaban y las enterraban en sarcófagos, y a las de ahora las hinchan de botox y las pasean por todos los medios, las hacen virales en las redes, e incluso las meten en puestos políticos para que esparzan sus ideas desfasadas desde hace miles de años. Ya les dejo, me voy a abrir una cerveza a la salud de mi hermana, a la salud de Rafa y por qué no, a la salud de todos «los encantadores menorquines». Respeto y feliz jueves, aunque no sean todos del Atleti.

conderechoareplicamenorca@gmail.com