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Las elecciones de Madrid han sido una cansina muestra de lo que nunca hay que convertir en debates absurdos de cuando no se debate nada.

Parece que las seis cabezas de partido que han concurrido para que los ciudadanos pudieran valorar las mejoras ofertadas, no han sido capaces de ofrecer nada con un mínimo de sustancia que pudiera después ser rebatido, mejorándolo, anulándolo o acertándolo. La confrontación se embarró desde el primer día, de manera, que solo ha existido para criticarse los unos a los otros, con insultos groseros, incluso, en esa bajeza moral de echarse a la cara los fallecidos en este malhadado año de pandemia, pero como en política no se pueden atar cabos porqué es más veces madrastra que madre, a pesar de los pesares, la votación ha sido de record, lo que por lo menos ha venido a demostrar que no es una verdad verdadera lo que algunos politólogos decían, que si se votaba mucho beneficiaba a la izquierda. Para mí deben de ser politólogos del tres al cuarto, más vale que se dediquen a otra cosa, porque como visionarios mejor harían en hacérselo mirar.

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Volviendo a la campaña diré que ha sido una exhibición de oradores incapaces, parecía que a Madrid habían venido ya muy fatigados, como si fueran políticos apáticos como desganados, o lo que aún es peor, faltándoles capacidad en la oratoria, lo que en un político mitinero no es precisamente un mal menor. Además, desde el principio empezó a aflorar el insulto, la descalificación, a veces la frase sin ton ni son, que pretendiendo ser graciosa no era otra cosa que el instrumento que enfangaba una campaña para quien más quien menos, pedía ya la caridad de que se diera por finiquitada, como pasa en un mal partido cuando uno va ganando por los pelos y se le pide al árbitro que toque el final, no vaya a ser que se haga verdad esa frase tan cruda que avisa «que nada hay que esté mal que no pueda estar peor».

Madrid, como la gran ciudad que es, tiene mucho que pedir y mucho que corregir, muchas propuestas que hacer. Por ejemplo, con la maldita pandemia y sus alarmantes cepas: que si la cepa inglesa, que si la cepa de la India, que por cierto ya la tenemos aquí. Para mí tengo que no habrá ninguna cepa por peligrosa que sea que no entre en España. No hubo ni una sola petición para tratar de paliar semejante amenaza, por eso y erradicarla, nos va a costar Dios y ayuda.

Estas elecciones han dejado tras de sí también a sus víctimas, Pablo Iglesias deja la política, su situación personal políticamente hablando, ya ha dado de sí lo que podía dar. Su apuesta de dejar el puesto de vicepresidente del Gobierno español por acudir cual Cid Campeador a unas elecciones autonómicas por mucho Madrid que sea, me pareció desde el principio un riesgo mal calculado, o Dios sabe si no una rabieta mal digerida. El tiempo en sus exigencias acaba por ponernos a cada uno en su sitio. Qué lástima que este hombre se crea o le hayan hecho creer más listo de lo que es, además de estar mal asesorado. De una cosa puede estar seguro, en parte el causante del triunfo de Isabel Díaz Ayuso se debe a su presencia y la antipatía que causa en el electorado madrileño. Iglesias no se daba cuenta que el moño obraba de semáforo de prohibido el paso electoralmente. Hace bien en dejar todos los cargos políticos, porque jamás va a recuperar el cargo de vicepresidente que Sánchez le regaló. El hundimiento del PSOE ha sido memorable, se veía venir, igual que lo de Ciudadanos que han perdido 26 escaños, quedándose en un 3,6 por ciento de votación. El fracaso del PSOE por lógica va a salpicar a Sánchez, por mucho que los suyos quieran ahora lógicamente hacer un cortafuegos para salvarle los muebles. La doctora Mónica García de Más Madrid ha superado al PSOE con 4.000 votos más, lo que para una recién llegada para el PSOE centenario no está nada mal. Si controla bien los tiempos tiene futuro, al contrario que Podemos y Ciudadanos, que en la mala campaña madrileña han quemado las naves que les quedaban o casi.